A Jesús Ramírez Cuevas le correspondió la ponencia inaugural de la Cátedra Carlos Monsiváis que esta vez se llamó “Aproximaciones y reintegros: la actualidad de Monsiváis”. Comenzó por destacar que borró la diferencia entre la alta cultura y la cultura popular e incluso la cultura de masas. En su universo cabían lo mismo Diego Rivera o López Velarde que Juan Gabriel, Gabriel Vargas y su familia Burrón o Teresa Nava, cuyas maquetas pueden verse en El Estanquillo.
Ramírez Cuevas pasó lista a sus temas constantes: las mujeres, la diversidad sexual, las luchas magisteriales. Recordó cómo acompañó al movimiento estudiantil del 68 y a la población al rescate en el temblor del 85. Nos habló de que su rechazo a la violencia fue centro de su pensamiento. De ahí su crítica al levantamiento zapatista por elegir la lucha armada y precisó que su distanciamiento con La Jornada fue también en torno a la violencia de Eta. Advirtió, con toda razón y agudeza, el rechazo de Monsiváis a formar parte de un partido y de una militancia, aunque perteneció un brevísimo lapso al Partido Comunista en una célula integrada por José Revueltas, Luis Prieto, Sergio Pitol, Lupina Mendoza, el joven Monsiváis y algunos más que no recuerdo. Carlos quedó de subir corriendo a la azotea del edificio de Sergio para avisarles si venía la policía y Carlos, muchos años después, me dijo muerto de la risa: “me sentí culpable toda la vida, porque pensé, si viene la policía me echo a correr”. Era una broma, Carlos fue siempre muy valiente.
Al final de su vida, llamó a las causas que siempre defendió, las causas perdidas. Y Jesús Ramírez Cuevas recordó, y nos hizo reír a todos, que Monsiváis recibió el único doctorado honoris causas perdidas, otorgado por la Universidad de la Ciudad de México.
Según el investigador Miguel Capistrán, el primer texto publicado de Monsiváis es sobre ciencia ficción; según yo, porque así me lo dijo el mismo Carlos, es uno que apareció en la revista Medio Siglo (la de Carlos Fuentes y Muñoz Ledo) sobre la novela policíaca que se titula Ustedes que nunca han sido asesinados. Ramirez Cuevas sostuvo, y probablemente sea así, que fue una crónica sobre la manifestación contra la intervención norteamericana en la Guatemala de Jacobo Arbenz y donde Monsiváis observó a Diego Rivera empujando la silla de ruedas de Frida Kahlo. (Fue la última vez que se vio a Frida en público). Si no fue el primer texto de Monsiváis, al menos siempre rememoraba esta escena.
Yo creo que esta variedad de temas del escritor impide sintetizarlo, Ramírez Cuevas lo hizo evocando el título de una obra de Dostoievski que era un leit-motiv de Carlos: Humillados y ofendidos. Habla, dijo el ponente, de los humillados y ofendidos: las mujeres, las minorías sexuales, los indígenas, los reprimidos por el poder del Estado. Pero, en contraste, no es un militante, de ahí sus diferencias con sus amigos: con Martha Lamas, con Sergio Pitol, con Luis Prieto, conmigo y mi hermana. En algún momento, Ramírez Cuevas mencionó el título de la obra de Monsiváis sobre Salvador Novo, Lo marginal en el centro y explicó que esos marginados, excluidos sociales, esos reprimidos por el poder eran los que Monsiváis había querido poner en el centro. Su obra, pues, coloca a lo marginal, en el centro. Incluso así explicó Jesús Ramírez Cuevas que la crónica, género predilecto de Monsiváis, es un género marginal, excéntrico.
Profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM e Integrante del Centro de Análisis de Coyuntura Económica, Política y Social, CACEPS.
caceps@gmail.com