En octubre de 2004, tuve la oportunidad de actuar como consultor de respuesta a crisis en mi primer caso de extorsión. Se trataba de un supuesto secuestro que estaba por ocurrir, pero que podría ser evitado mediante el pago de $200,000 en contra de un comerciante en la Central de Abasto de la Ciudad de México.
Desde aquel día, hace prácticamente 22 años, he visto pasar ante mis ojos más de mil casos de extorsión, amenazas, engaños, secuestros virtuales, robo de identidad, acoso, chantaje, e inclusive, ransomware (todo esto lo empaqueto con la etiqueta de comunicaciones hostiles). Y si algo tengo claro después de presenciar durante dos décadas tanta impotencia, miedo, dolor e incertidumbre, es que, tristemente, las extorsiones y sus múltiples derivados han llegado para quedarse.
Basta con ver las estadísticas publicadas por el Observatorio Nacional Ciudadano respecto al delito de extorsión(1) para darse cuenta de que tendremos que lidiar con este flagelo, sino permanentemente, al menos durante muchos años más.
¿Y por qué este crimen en particular se ha arraigado y avanzado como lo ha hecho por toda la geografía nacional? Vamos por partes.
Es imposible negar la brutal violencia criminal que hemos padecido como nación en las últimas dos décadas. Al día de hoy, y acorde a TResearch International, en la presente administración han ocurrido 195,000 homicidios dolosos, a los que debemos sumar otros 276,530 acontecidos en las administraciones de Calderón y Peña Nieto.
A esta espantosas cifras agréguenle las de personas desaparecidas y no localizadas, con López Obrador van casi 52,000, a los que se deben sumar otros 50,683 de sus dos inmediatos antecesores (RNPDNO).
Estos tétricos números indican que entre 550,000 y 600,000 personas han perdido la vida de forma violenta en México en los últimos 18 años. Esto es lo que yo llamo "el telón de fondo" de nuestra realidad.
Sin importar quiénes seamos, dónde vivamos o a qué nos dediquemos, no hay forma de que esto no nos haya marcado (en mayor o menor grado) con un sentimiento de vulnerabilidad.
Este ambiente es totalmente propicio para la proliferación de los procesos extorsivos, incluso aquellos perpetrados por supuestos peligrosos delincuentes con cero capacidad y cero intención de hacer daño a sus víctimas potenciales.
Muchas, muchísimas personas se hacen pasar por criminales, aprovechando "el telón de fondo", y desde el anonimato de un email, un mensaje de WhatsApp, SMS o una llamada telefónica, buscan amedrentar a sus víctimas potenciales, ofreciendo no materializar sus amenazas a cambio de un depósito en efectivo… es el juego del miedo, literalmente.
Pero desafortunadamente, también existen los auténticos hijos de Satanás, esbirros pertenecientes a células del crimen organizado/narcotráfico. Gente verdaderamente malvada y sin escrúpulos que exige a comercios y comerciantes legalmente establecidos una cuota fija para no hacerles daño. Esto es lo que se conoce como pago de piso, derecho de piso o cuota de protección, y esta gente, no dudará en llevar a cabo actos de violencia en contra de sus víctimas si no consiguen sus objetivos.
Un ejemplo reciente es el observado en Michoacán, donde varios productores de limón han decidido parar actividades frente a la sangría que representa seguir pagándole cuotas a los criminales, quienes actúan como hambrientas sanguijuelas aumentando los tributos monetarios y acortando los tiempos de pago, aun si esto conlleva al paro o cierre definitivo de actividades de sus “clientes”.
Señores(as) gobernantes: realizar recorridos con patrullas en las inmediaciones de las granjas citrícolas y de aguacate en Michoacán (o en cualquier vecindario de cualquier municipio mexicano) no va a terminar con este delito, no entiendo porque creen que los patrullajes van a disuadir a quien puede operar a la distancia protegido por la figura del anonimato. Su deber es arrestar, enjuiciar y encarcelar a quienes se dedican a extraer rentas ilícitas de aquellos que trabajan honradamente para alimentar a sus familias.
La extorsión es una manifestación perversa de la vulnerabilidad en la que vivimos. Mientras la violencia siga siendo el telón de fondo de nuestra sociedad, y las autoridades no encarcelen a los extorsionadores, este imperio continuará expandiéndose, alimentado por el temor y la impunidad que provoca el ya mencionado telón de fondo.
Permitir que la extorsión mantenga su curso actual es aceptar vivir bajo el yugo del miedo y eso es algo que ya no podemos seguir tolerando.
POSTDATA – El presidente Peña Nieto, ante la fuerte oleada de secuestros que padecíamos, creó la Comisión Nacional Antisecuestro (CONASE), misma que al paso del tiempo rindió buenos resultados. Presidenta Sheinbaum, ¿no será ya la hora de crear una Comisión Nacional Antiextorsión (CONAEX)?
Consultor en seguridad y manejo de crisis
@CarlosSeoaneN