“La dictadura perfecta no es eterna… afortunadamente”.
Mario Vargas Llosa
Don Mario Vargas Llosa fue, es y será un ser humano universal, evidentemente. Su desaparición terrenal nos encontró aterrizando en Madrid a mi amada GEMY y al escribidor —término que inmortalizó el ya inmortal Nobel—.
Su partida estuvo presidida por un retorno a casa, su casa, en su natal Perú, después de universalizar sus estancias en España, París y Londres, donde hizo “pie de casa”, como decían las abuelas.
Para el que teclea, basta reproducir, profundamente emocionado, lo que publiqué hace dos décadas, cuando tuve la monumental fortuna de atender su maravillosa visita a México. Queridas amigas, apreciados amigos, distinguidos lectores, léanme por favor a continuación, si son tan amables:
RESULTÓ una semana particularmente emocionante y activa. Eran los últimos días de febrero de 2007 cuando el contingente de los más reconocidos intelectuales, diplomáticos y políticos latinoamericanos llegó a la Ciudad de México, invitados por nuestra Fundación. A la cabeza del grupo destacaba, en muchos sentidos, Don Mario Vargas Llosa.
DENTRO del colectivo de grandes personalidades venían el doctor Ricardo Lagos, expresidente chileno; el doctor José Miguel Insulza, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA); la doctora Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL); y el expresidente uruguayo, doctor Julio María Sanguinetti, entre muchos otros pensadores de la actualidad.
DESDE el primer instante de la recepción, fuimos conscientes de la alta responsabilidad que implicaba ser anfitriones. Las actividades se desarrollaron durante cinco intensos días e incluyeron coloquios, seminarios, conferencias y una cena de gala en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, en la que los oradores magistrales fueron el escritor peruano y el expresidente de Chile.
EL discurso de Don Mario fue brillante; cimentado en la realidad del continente americano y su convivencia mundial. Muy ilustradora resultó su intervención por la claridad de sus planteamientos, sus aspiraciones hacia la modernidad y la oportunidad que representa la globalización para los latinoamericanos. Dada su ampliamente reconocida y respetada cultura, y su espléndido don del mensaje —que despliega con puntualidad excelsa—, la exposición del escritor resultó una verdadera joya del pensamiento.
TRES años después, al enterarme de que Don Mario podría —una vez más— ser incluido en los listados siempre sigilosos, además de misteriosos, que conforman los candidatos a recibir el Premio Nobel, leí declaraciones del propio escritor en las que señalaba que ya no esperaba este nivel de reconocimiento. Habiéndole tratado de forma tan cercana por varios días, inscribí estas palabras en su alto sentido de la modestia, que se suman a la conciencia de un hombre que trabaja y ama, por sobre todas las cosas, el uso del lenguaje y las palabras.
CONSIDERO que, además de sus demostraciones de sorpresa al recibir la increíble noticia de que su nombre quedaría inscrito hasta la posteridad entre los inmortales de la literatura, el escritor peruano debió sentirse también halagado y profundamente enternecido por el más grande honor que un erudito de su talla puede recibir.
A diferencia de los padres del boom latinoamericano —a quienes he leído plenamente, como es el caso de Don Gabo García Márquez—, de la vasta y espléndida obra de Don Mario solo he completado unos cuantos ejemplares como Pantaleón y las visitadoras, La fiesta del chivo y Travesuras de la niña mala. Pendientes por estrenarse en 2014 en mi biblioteca se encuentran La ciudad y los perros, Conversación en La Catedral y La tía Julia y el escribidor, para muchos, sus más emblemáticas entregas.
NACIDO en Arequipa, Perú, el 28 de marzo de 1936, se nacionalizó español en 1993 después de incursionar en la política de su país. Hijo de Don Ernesto Vargas y Doña Dora Llosa, quienes se separaron antes de su nacimiento, está casado en segundas nupcias con su prima, Doña Patricia Llosa, desde 1965, quien le obsequió tres hijos a los que adora: Álvaro, Gonzalo y Morgana. Su primer enlace fue con su tía política, Doña Julia Urquidi, 19 años mayor que él, lo que le suscitó críticas que en su momento parecieron importarle muy poco, al estar feliz con su primer amor.
A partir de 2011, Don Mario Vargas Llosa obtuvo el tratamiento protocolar de Ilustrísimo Señor por ser marqués. Seguro estoy de que, en su infinita sencillez y naturalidad, este título, como la multiplicidad de premios, galardones y condecoraciones que ha recibido a lo largo de su prolífica trayectoria, lo único que lograban era ampliarle un poco más esa fácil sonrisa, que fue lo primero que me regaló cuando tuve el incalculable privilegio de estrechar su sólida mano y sentir su cálido abrazo.
Añoranza:
Se fue, y nos deja una deslumbrante estela de ciudadanía que jamás se extinguirá: en su recuerdo eterno, en sus letras tan fosforescentes como universales.
Hasta siempre, buen fin.