"Caminante, son tus huellas el camino y nada más; Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar." ANTONIO MACHADO

Un 18 de diciembre de 2013 fundamos el Consejo Estatal de Atención al Migrante del Gobierno de Baja California (CEAM), presidido por el gobernador del Estado, y quien escribe estas líneas, como presidente ejecutivo. Lo recuerdo como si hubiese sucedido ayer.

El acto se llevó a cabo en el Centro Cultural Tijuana (CECUT) ante la presencia de la ciudadanía, autoridades y, especialmente, de los organismos de la sociedad civil, que, con o sin el respaldo del gobierno, trabajan día a día en la atención de nuestras hermanas y hermanos migrantes en la frontera más transitada del mundo.

El portavoz del mensaje de las ONG fue el Padre Pat Murphy, un sacerdote de la orden Scalabriniana, director de la Casa del Migrante en Tijuana y, sin duda, un verdadero hombre de Dios en la Tierra. No lo conocía en ese entonces, pero sí a sus dos antecesores, con quienes tuve el privilegio de colaborar entre 1998 y 2001, cuando fui electo regidor del XVI Ayuntamiento de Tijuana y fundé la Comisión de Asuntos Fronterizos, además del Consejo Municipal de Atención al Migrante.

Aquel 18 de diciembre de 2013, el mensaje del Padre Pat fue frontal, directo y tan contundente que aún resuena en mis oídos. Con firmeza, exclamó:

—¡Ojalá sirva de algo este dichoso Consejo!

Aquella declaración me llevó a buscarlo de inmediato. Le ofrecí mi apoyo y le expuse mis intenciones de trabajar productivamente en favor de la causa migrante, algo que, considero, logramos cabalmente. Así lo reconoció años después, cuando concluimos nuestra gestión en 2018.

Esta semana, leí con profunda preocupación una declaración del Padre Pat, en la que advertía sobre la grave posibilidad del cierre del que quizá sea el albergue más eficiente del noroeste del país, por el que, en sus 38 años de existencia, han transitado cerca de 300 mil almas en busca de refugio y esperanza.

Al terminar de leer la nota publicada en un semanario local, de inmediato lo llamé y, sin perder tiempo, me comuniqué con los principales actores políticos de la entidad para gestionar apoyos que permitan mantener en funcionamiento esta noble y bendita institución.

Dos senadores de la República, cuatro diputados federales, un diputado local y dos regidores del Ayuntamiento de Tijuana respondieron al llamado, comprometiéndose a respaldar a la Casa del Migrante.

Al día siguiente, el Padre Murphy nos recibió con la calidez que lo caracteriza, para detallarnos las necesidades más urgentes y las dificultades que enfrenta la institución, especialmente ante las recientes medidas anunciadas en el país vecino, que no auguran un panorama alentador.

Los costos de manutención y operación son elevados y, aunque existen múltiples aportaciones, hoy no entraré en detalles financieros. Lo importante es que confío en que los legisladores que expresaron su preocupación actuarán con prontitud para asegurar el futuro de esta invaluable obra humanitaria.

Concluyo con una realidad lacerante, un llamado de SOS que interpelo con todo respeto, pero con la firmeza que exige la situación: desde 2018, cuando concluimos nuestra gestión en el CEAM, ningún—absolutamente ningún—funcionario de gobierno se ha acercado a La Casa del Migrante para ofrecer ayuda o apoyo alguno.

Como diría mi amada GEMY: “¡Así cómo, pues!”

Añoranza

La próxima semana, queridas amigas, apreciados amigos y distinguidos lectores, continuaremos con la entrega anterior: Primer mundo (I).

Les ruego comprensión, pero era necesario alzar la voz ante esta triste realidad.

Hasta siempre, buen fin.

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