“La justa medianía es la que puedes pagar con tus ingresos”, el senador Noroña dixit, en medio de la polémica del verano de los dirigentes morenistas que, legítimamente, decidieron viajar a Europa o Asia, en compañía de su familia o celebrando cumpleaños o aniversarios de boda, para descansar de la “extenuante” carga de trabajar por el bienestar del pueblo de México. Para el ex petista, la justa medianía para más de 7 millones de personas significa vivir en la pobreza extrema y para Ricardo Salinas Pliego es viajar en su yate por el mediterráneo en compañía de familiares y amigos.
Una declaración desafortunada del senador Noroña, como otras tantas, que refleja la desesperación y el hartazgo de la elite morenista por los ataques y crítica constantes, desde Palacio Nacional, la dirigencia de su partido y la opinión pública, a su forma aspiracionista de vida, a sus lujos superficiales y a la tendencia a presumir su riqueza en redes sociales. Los espías (¿del gobierno o de la oposición?), los paparazzi y cualquier persona con un teléfono inteligente los captan en sus “merecidísimos” días de descanso.
En las mañaneras del pueblo, la presidenta Sheinbaum invita a sus correligionarios a gobernar con humildad y sin soberbia, con las mismas frases que utilizaba AMLO, pero con menor eficacia. La abogada Luisa María Alcalde exculpa, cuando señala que los morenistas viajan con sus propios recursos, y ruega, cuando solicita que no lo hagan, por el bien de MORENA. La opinión pública se queja de la hipocresía del discurso de la austeridad franciscana y se indigna por las torpes aclaraciones y fingimiento de los involucrados.
Entonces, en la nueva forma de entender el compromiso solidario de los gobernantes con el pueblo sabio, es correcto que un servidor público vacacione en cualquier parte del mundo, acuda a lugares de lujo y gaste a manos llenas, si lo puede pagar con sus ingresos. ¿Cuáles? ¿Los que provienen de su salario o los que provienen de fuentes no declarables, por no calificar de ilícitas?
“No puede haber gobierno rico y pueblo pobre” es una de las frases preferidas de la 4T, pero por lo visto este verano quedó claro que si puede haber gobernantes, legisladores, ministras y dirigentes partidistas ricos mientras el 29.7 % de la población padece algún tipo de pobreza. La presidenta Sheinbaum no considera correctas las actitudes de esos servidores públicos, pero la cúpula morenista muestra sus excesos, mientras que en las administraciones públicas hay carencias, que se reflejan en una atención inoportuna e insuficiente de las demandas ciudadanas.
La vida republicana es sinónimo de justa medianía, pero con un sentido distinto al que pretende darle Noroña. Un servidor público debe ser ejemplo de mesura en su comportamiento político, social y económico y evitar presunciones vanas. Si bien es razonable, que el ingreso salarial de un mando de una estructura gubernamental, legislativa, judicial o partidista sea superior al ingreso promedio de las personas, por la responsabilidad que se asume, las cargas de trabajo y el grado de profesionalización que se requiere para el desempeño de un encargo público, no es justificable, que los servidores públicos lo presuman y compitan entre sí, con demostraciones de riqueza y derroche.
Lo que agravia a la opinión pública es la disparidad entre el discurso de austeridad y las imágenes que circulan en las redes sociales, que muestran a los dirigentes morenistas disfrutando de su tiempo libre con gastos dispendiosos para la mayoría de los bolsillos de los mexicanos, pero gastos razonables para su posición de privilegio.
El monto de los gastos confesados hace dudar sobre el origen de los ingresos de los vacacionistas, más aún cuando los signos de riqueza son súbitos y no corresponden a un salario inferior a 129 mil pesos mensuales (monto tope del presidencial), que me imagino que también aplica a los líderes de Morena. Supongamos que Andy estuvo viajando 15 días y pagó 7 mil pesos diarios por la habitación de hotel, es decir, 105 mil pesos, más dos boletos de avión a Tokio en temporada alta en clase económica, 80 mil pesos, más transporte en Japón, más alimentos, más compras, incluida Prada, más atracciones y paseos, por lo tanto, el gasto puede ascender, conservadoramente, a 2 o 3 meses de su sueldo.
Lo anterior, hace suponer que su ingreso como servidor público lo complementa con otra fuente. ¿cuál? ¿Las utilidades de una empresa, rentas, regalías u honorarios profesionales? ¿todos son lícitos? Entonces la duda surge y la frase de Noroña es muy desafortunada. La vida republicana es respeto al otro y no presumir el “éxito económico” de un servidor público. La presidenta Sheinbaum tiene razón, el poder se ejerce con humildad.
Profesor de la Universidad de las Américas Puebla
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