Damocles era un personaje (¿ficticio?) en la corte del tirano de Siracusa, Dionisio I, en el siglo III, A.C. que era un elogiador profesional del gobernante, quien le cedió el trono por un día, pero hizo pender sobre su cabeza una espada sostenida sólo por una crin de caballo. Esta leyenda representa la idea de que toda prosperidad concedida por un tirano es pasajera.

Los aranceles se han convertido en la espada de Damocles, amenazante sobre la economía mexicana, en la que el 4.6% del PIB lo aporta el sector automotriz, que representa el 30% del comercio con Estados Unidos y más de la mitad de las manufacturas y que da empleo directo e indirecto a más de un millón de personas. La reacción de nuestro gobierno ha sido prudente y mantiene la estrategia de continuar en las mesas de negociación en Washington.

Los aranceles impuestos, el miércoles pasado por el presidente Trump, a los vehículos no armados en Estados Unidos han impactado en los mercados bursátiles y provocado una reacción inmediata de los gobiernos europeos y canadienses. ¿Por qué la respuesta de México ha sido mediáticamente menor? La primera explicación es la estrategia de cabeza fría y a que la oposición frontal no tiene efecto electoral inmediato, como si sucede con Mark Carney, a quien los exabruptos trumpianos aumentan sus probabilidades de éxito en las próximas elecciones canadienses y la segunda es por las salvedades en la orden ejecutiva, que eventualmente pueden dar ventajas competitivas a nuestro país.

En principio, a nadie beneficia el cierra de fronteras comerciales con base en aranceles, pero en un mundo de mercados más protegidos por sus gobiernos, las industrias integradas regionalmente son las menos perjudicables o las que pueden obtener algunos beneficios en el mediano y largo plazos. El escenario en el que todos pierden es factible, pero poco probable.

En el TMEC, ya se preveía el escenario de imposición de aranceles a las empresas que no cumplieran con las reglas de origen en Norteamérica y, por eso, se les otorgó un plazo para que se acogieran a esa normatividad. La realidad es que, a casi un lustro de su vigencia, el 8.2% de las ensambladoras de automóviles no cumplen y serán las afectadas con la amenaza del 25%.

Nuestros vecinos del norte quieren cambiar las reglas unilateralmente, no esperar a la renegociación del tratado y la están adelantando, en el sector automotriz. Actúan bajo la conseja popular de ¡Quien pega primero, pega dos veces!, pero los fuertes generalmente olvidan que existe la técnica japonesa de combate, Aikido, que aprovecha la fuerza o impulso del oponente para vencerlo y someterlo.

El grado de integración de la industria automotriz es de tal magnitud, que el mayor exportador de automóviles de nuestro país a Estados Unidos es General Motors, y los principales perdedores en las bolsas de valores fueron las armadoras estadounidenses. La afectación negativa de las cadenas de valor también la van a sufrir del otro lado de nuestras fronteras y esto es el arma

“secreta” del gobierno mexicano, que seguramente está esperando el uso irreflexivo de la fuerza económica para aprovecharla en su favor y obtener el mejor trato posible, dentro de la irracionalidad económica trumpiana.

Los modelos de automotores armados en México de mayor venta en Estados Unidos seguramente fue el primer tema tratado en las negociaciones y el segundo fue su integración regional y el reparto de los costos por país. Hoy, los puntos finos para lograr el equilibrio son cómo orillar a las ensambladoras en México a que respeten las reglas de origen del TMEC, (en lo que los negociadores encabezados por Ebrard al parecer están de acuerdo), aumentar la participación de Estados Unidos en las cadenas de valor desplazando a europeos y asiáticos y mantener el nivel de empleo y exportaciones de México. Ese escenario ideal no es probable, pero tampoco lo es que todos los automóviles armados en México incrementen su precio en 25% en E.U.A.

Entre esos extremos esta la negociación, cuyo resultado será, en cualquier caso, una modificación sustancial a las reglas actuales y seguramente pasará por un escenario de adaptación, que afectará en ambos lados de la frontera y dejará algunos caídos.

Lo malo de estas luchas comerciales (vía imposición de aranceles) por obtener mayor participación en el mercado y maximizar ganancias es que quienes pagan los platos rotos son la mano de obra, que sufre despidos masivos, y las medianas, pequeñas y microempresas, cuyos contratos de suministros son suspendidos o cancelados. La protección de estos actores debe ser uno de los propósitos de nuestro gobierno. La espada de Damocles penderá sobre nosotros hasta el 2 de abril, después veremos, dijo la presidenta en la mañanera. Lo más seguro que Trump deje ahí la espada.

Profesor de la Universidad de las Américas Puebla

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