En la Antigüedad Clásica se concebía a la inteligencia como una facultad espiritual del ser humano, a la par de la voluntad. De hecho, aquélla era definida como “intus” (interior) “legere” (leer, decodificar, desvelar, descifrar, conocer la realidad objetiva; es decir, lo que es, lo que existe). De ahí que la verdad resulte de la adecuación de mi inteligencia a la realidad, en tanto que el error consiste en que aquélla no se pliega a las notas esenciales de la misma.

Hoy en día se habla de diversos tipos de inteligencia: racional, emocional, espacial, interpersonal, colaborativa, lingüística, lógico-matemática, musical, corporal y cinestésica, naturalista, existencial, creativa y, desde luego, artificial. Por lo que hace a esta última, la Dra. Adela Cortina, catedrática de Filosofía Moral y Política en la Universidad de Valencia, primera mujer en formar parte de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de España, precisa que pueden distinguirse tres modalidades, acompañadas de problemas éticos diferenciados: 1) la inteligencia superior o superinteligencia, que es la “que podría superar a la humana, de modo que las máquinas pueden sustituir al hombre”; 2) la inteligencia general, como “forma de inteligencia típicamente humana, y constituye el fundamento de la IA: el objetivo de la IA, como disciplina científica, es conseguir que una máquina tenga una inteligencia de tipo general, similar a la humana”; y, 3) la inteligencia especial, que “es la propia de sistemas inteligentes capaces de realizar tareas concretas de forma muy superior a la inteligencia humana”, como es el caso de la supercomputadora de IBM, Deep Blue, que jugó ajedrez con el campeón del mundo Gary Kasparov, quien la derrotó en 1996, pero perdió ante ella en 1997, pues había aprendido de los errores de este último (“Los desafíos éticos del Transhumanismo”, en Pensamiento, Revista de Investigación e Información Filosófica, 78).

Por su parte, el Dr. Markus Gabriel, director del Centro Internacional de Filosofía de la Universidad de Bonn y director académico del proyecto experimental “The New Institute”, nos plantea ciertos retos éticos en virtud de que “la IA no se orienta a sí misma según las recomendaciones que propone… Nosotros no somos esencialmente programas… Pensamos y actuamos bajo condiciones operativas éticas, no a la luz del cálculo que deriva juicios morales como teoremas, a partir de un axioma supremo”. (“¿Qué es propiamente la Inteligencia Artificial?”, conferencia impartida el 28.06.2019, en la Universidad Nacional de San Martín, Buenos Aires).

A fin de seguir reflexionando sobre los retos éticos que nos plantea la IA, en general, y a la educación, en particular, recomiendo a mis amables lectoras y lectores consultar: 1) “Lista de principios Asilomar de la IA”, resultado del Congreso Asilomar 2017, del “Future of Life Institute”; 2) “Orientaciones Éticas para una IA confiable”, publicadas en 2019 por el “High-Level Expert Group on Artificial Intelligence”, creado por la Comisión Europea; 3) “Antigua et Nova. Nota sobre la relación entre la IA y la inteligencia humana”, aprobada por el Papa Francisco el 14.01.2025, a la que nos referimos en nuestra colaboración inmediata anterior; y, 4) “Recomendación sobre la Ética de la IA”, aprobada por los 193 países miembros de la UNESCO (nov. 2021).

Maestro en Ciencias Jurídicas

Carlos García Fernández

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