Justo después de la vocal ‘e’ en la palabra ‘educación’, aparece la consonante ‘d’, de ‘diálogo’: la auténtica educación, la que forma y transforma almas para buscar la conciliación del bien personal y el bien común (distinta de la mera instrucción), está siempre animada y fundada en el diálogo. Diálogo intercultural, interreligioso, internacional, intercientífico, interétnico, interpolítico, intersocial, interracial……

Si bien al final del primer cuarto del siglo XXI nos ufanamos de los notables avances científicos y tecnológicos, nuestro mundo se resiste al diálogo o, cuando mucho, se aventura a llevar a cabo un “diálogo de sordos”, comenzando por ignorar a quien está enfrente de nosotros de un modo presencial, so pretexto de “maximizar” el uso de ese adminículo que aleja a los que están cerca y acerca a quienes están lejos: el teléfono celular.

Cuán relevantes y aleccionadores son, en este sentido, los diálogos que, en 1524, sostuvieron los primeros franciscanos llegados a Tenochtitlan -encabezados por Fray Bernardino de Sahagún- con aquellos viejos sabios nahuas: los tlamantinime, ejercicios que constituyeron un puente dialógico del mestizaje cultural y de la educación novohispana. Como bien lo señala Don Miguel León-Portilla, “de esta suerte…..a diferencia de otros testimonios acerca de diálogos y confrontaciones religiosas, en las que fue el miembro de la cultura prepotente quien únicamente puso por escrito lo que se había discutido, en este caso fraile español y sabios y estudiantes indígenas acometieron juntos la reconstrucción de los dramáticos “coloquios” en que se enfrentaron dos muy diferentes modos de entender la existencia” (“Coloquios y Doctrina Cristiana con que los 12 frailes de San Francisco, enviados por el papa Adriano VI y por el emperador Carlos V, convirtieron a los indios de la Nueva España, en lengua mexicana y española”, UNAM). De ahí que estos “Coloquios” nos hayan llegado tanto en español como en náhuatl, lengua esta última que Fray Bernardino dominaba y de la que echó mano como “lengua bien congrua y pulida”, con el apoyo de sus discípulos del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, los “más hábiles y entendidos en lengua mexicana y en lengua latina que hasta agora se han en el dicho colegio criado”.

Los coloquios en cuestión —auténtico diálogo interreligioso e intercultural— versaron sobre “las cosas naturales, las humanas y las divinas...”, recogidas en buena medida en el primero de los doce libros, que contiene “todas las pláticas y confabulaciones y sermones que hubo entre los doce religiosos y los principales y señores…”, en tanto el segundo libro “trata del catecismo y doctrina cristiana con que todos los adultos que se quieren baptizar, han de ser primeramente instruidos” (el énfasis es nuestro).

Es de destacar que, entre la fecha en que acontecieron los diálogos (1524) y la de la sistematización de los “Colloquios” (1569), Fray Bernardino se abocó “a conocer con la máxima profundidad la cultura prehispánica de los pueblos nahuas”, lo que habla del profundo respeto hacia los naturales mesoamericanos.

En suma, el diálogo ha de ser, siempre, la base y el alma de la educación, condición de posibilidad para el desarrollo humano integral. ¿Qué lecciones nos brindan estos coloquios entre frailes y tlamantinime?

Maestro en Ciencias Jurídicas

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