El Movimiento del Sombrero, gestado por el alcalde asesinado Carlos Manzo en Uruapan, nació del miedo, pero también de la esperanza, de la amistad y, sobre todo, de ciudadanos que se cansaron de huir de la inseguridad.
Su origen no se encuentra en una asamblea ni en un programa partidista, sino en la historia de dos jóvenes: Carlos Manzo, entonces de 15 años, y Carlos Bautista Tafolla, de 18, a quien le confesó su deseo de ser presidente de la República.
El joven Manzo trabajaba apoyando a la gente, y Bautista daba seguimiento a estas situaciones, a partir de las cuales la gente comenzó a confiar en ambos.
En 2017, el intento de secuestro de Carlos Bautista Tafolla marcó el punto de quiebre. El empresario huyó a Guadalajara, estudió, se preparó y se doctoró dos veces, pero en su mente seguían resonando las palabras de Manzo: “El país no debería obligar a sus ciudadanos a correr. Los malosos deberían ser los que corrieran”. Ahí, en ese instante íntimo y brutal, nació la semilla del movimiento, mismo que creció y se consolidó entre gestiones sociales, helicópteros conseguidos para apagar incendios y la ayuda inmediata que el Estado tarda en dar o, simplemente, no da.
En 2018, “Los Carlos” participaron como candidatos independientes para una diputación federal, una experiencia que, más que abrirles una puerta, les recordó lo que ya sabíamos: que el sistema electoral mexicano está diseñado para que solo entren quienes ya están dentro. Perdieron, pero no se rindieron, ya que para ellos —asegura Bautista Tafolla— la política no era empleo, sino consecuencia.
En 2021, durante el segundo intento de ambos por llegar al Congreso federal, Morena tocó a la puerta de Carlos Manzo para ofrecerle abanderarlo. Aceptó y ganó. Pero el desencanto llegó pronto: corrupción, encubrimientos, estructuras recicladas del PRI y del PRD, y un sistema que aplaude nombres nuevos sobre prácticas viejas. Carlos —leal, confrontador, terco con la justicia— no pudo cerrar los ojos. Rompió con Morena, a cuyos miembros les advirtió: “Uruapan no olvida el gran daño que le ocasionaron estos oportunistas que se infiltraron a Morena; tengan la seguridad de que les espera una rotunda derrota en 2027 a los más impresentables del PRD, del PAN y del PRI en Michoacán”.
En 2024 ganó la alcaldía de Uruapan por la vía independiente. En marzo del siguiente año retó públicamente al gobierno a demostrar que la estrategia de “abrazos, no balazos” funcionaba. En septiembre pidió protección federal. Unas semanas después —el primero de noviembre— lo mataron. Lo mataron en el México donde decir la verdad todavía te cuesta la vida. Tras su asesinato, el movimiento no se apagó; tomó forma y su mensaje resonó en todo el país.
El sombrero de Manzo, que inició como accesorio, se convirtió en símbolo, en identidad, pero también en una molestia para quienes detentan el poder.

