Claman cientos de estudiantes, que estrujados han caminado toda esta semana por las calles de Uruapan, exigiendo una respuesta de las autoridades ante la ejecución de su alcalde, Carlos Manzo. Esos jóvenes son la generación del horror: los niños que crecieron entre las estrategias fallidas de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto; los adolescentes que se formaron durante la criminal política de “abrazos, no balazos”, de Andrés Manuel López Obrador.
Muchos de ellos, hoy universitarios, han decidido no callar. Ya no más tirarse al suelo del salón al escuchar una balacera; no más vivir con el temor de perder a un familiar o amigo. Ya no más caminar con terror por las calles. Ya no quieren —no queremos— salir de casa pensando que tal vez no volvamos.
Esos jóvenes, niños, hijos de la violencia, están ahí hoy poniendo el ejemplo. Dándonos una lección. Es esa generación que nosotros no pudimos salvar de una infancia violenta, que tal vez, aunque impulsados por otro crimen atroz, logre salvarse a sí misma.
“¡México, despierta! Nos están callando por abrir la boca y decir la verdad.”
“¡De rodillas, ni ante el miedo ni ante la impunidad!”
“¡No somos vándalos, somos estudiantes!”
Mientras, en Palacio Nacional, la presidenta Claudia Sheinbaum propone nuevamente planes. Lo que también se ha convertido en un cliché gubernamental que, lejos de resolver problemas, parece perpetuar la inacción. En Michoacán ya hemos visto fracasar tres de ellos; AMLO, Peña Nieto, Felipe Calderón. Todos han intentado resolver la situación, pero el resultado es el mismo: nada.
Los ciudadanos saben quiénes son los delincuentes, dónde viven y qué hacen. No necesitan planes, necesitan acción. No necesitan que les den pruebas, necesitan que se actúe con decisión y sin miedo. Es hora de dejar de hablar y empezar a hacer.
En Michoacán se registraron más homicidios dolosos durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (12 mil 807) que durante los sexenios de Peña Nieto (7 mil 278) o Calderón (4 mil 003). El mismo escenario se repite a nivel nacional.
No funcionó ninguna de las tres estrategias: ni la del PAN, ni la del PRI, ni la de Morena. Por el contrario, hoy más que nunca el país se desangra.
Además, en lo que va de este sexenio hay dudas —que insisto, no han podido o no han querido explicar— respecto a la contabilización de los delitos. Mientras los homicidios muestran una baja importante, otros crímenes van en aumento, como las desapariciones y aquellos agrupados en la carpeta “otros delitos que atentan contra la vida y la integridad corporal”.
¿Hay una estrategia acordada con gobernadores —incluso de oposición— para maquillar las cifras? Porque en la realidad no se siente ninguna mejoría, y aún peor: la percepción de inseguridad a nivel nacional aumentó respecto al año pasado.
¿Por qué tenemos más miedo? Sencillo; porque si un alcalde —el de Uruapan, Carlos Manzo— pudo ser ejecutado en plena plaza pública, durante un evento, presuntamente escoltado por 14 guardias nacionales y policías municipales, ¿por qué habríamos de sentirnos más seguros?
@azucenau

