Desde marzo de 2022, el gobierno de Enrique Alfaro dejó de compartir sus cifras de desaparecidos con el gobierno federal.
“Hoy cerré un ciclo muy importante para mí y el mayor honor de mi vida: haber sido gobernador de la tierra en la que nací. Y lo hice con la frente en alto, con el corazón lleno de orgullo por saber que no fallé, y saliendo por la puerta grande de Palacio de Gobierno”. Con fecha del 6 de diciembre de 2024, esta fue la última publicación de Enrique Alfaro al dejar la gubernatura de Jalisco.
Mientras él salía “por la puerta grande” del Palacio de Gobierno, apenas a unos 60 kilómetros de ahí, decenas de personas vivían el horror en un campo de exterminio. Durante muchos meses busqué al gobernador, pues teníamos testimonios de familiares de desaparecidos —muchos ya publicados— que aseguraban que sus hijos, hermanos o padres habían desaparecido tras recibir una oferta de empleo en Jalisco. Muchos de ellos coincidían en que la última comunicación había sido en la central de autobuses de Tlaquepaque. El emecista nunca respondió, ni él ni sus colaboradores. Supuse que apostaba por el olvido, ese al que están condenados miles de desaparecidos en el país. Algo estaba evidentemente mal, así que seguimos publicando testimonios. Así nos mantuvimos hasta que llegó el día en que el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco encontró ese rancho de la muerte en el municipio de Teuchitlán.
“¿Serán esos tenis los del hijo de Luisa? ¿Es esa la camisa del esposo de Rosana? ¿Y ese pedazo de hueso podría ser de…?” No —me respondí enseguida—. Ese joven de 30 años logró escapar, como me contó su padre, aunque jamás volvió a ser el mismo. Ya no habla, no sonríe, no es el que se llevaron con la promesa de convertirse en traductor de inglés; ahora ni siquiera es capaz de hilar una frase.
¿Dónde está Enrique Alfaro, el valiente, el que siempre presumió de dar la cara? ¿Por qué la autoridad que ubicó el rancho en septiembre abandonó su responsabilidad de buscar y encontrar lo que los colectivos sí encontraron? Callaron por complicidad o por pura y rampante negligencia.
Desapareciendo a los desaparecidos:
• El gobierno federal reporta en su base de datos —el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO)— que durante el sexenio de Alfaro desaparecieron 6,721 personas, mientras que el Registro Estatal de Personas Desaparecidas contabiliza 24,733. ¡267.99% más!
• Durante los primeros tres meses de gobierno de Pablo Lemus, la federación registra 35 desapariciones, pero si revisamos la base de datos del estado de Jalisco, el número es 571. ¿Y los otros 536?
Es increíble que el gobierno federal no se percate del subregistro que nos presentan como verdad respecto a las desapariciones en Jalisco. Uso la misma lógica del fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, quien el martes dijo sobre el rancho del terror: “No es creíble que una situación de esa naturaleza no hubiera sido conocida por las autoridades locales de ese municipio y del estado”.
Por cierto, no estaría mal investigar también el aumento en las desapariciones durante el gobierno de Claudia Sheinbaum. Si bien en los primeros nueve meses del año, aún con Andrés Manuel López Obrador, el promedio de homicidios diarios fue de 83, y en los primeros cinco meses de la administración de Sheinbaum la cifra bajó a 77.7 ejecuciones al día, las desapariciones aumentaron: de un promedio de 35.5 diarias entre enero y septiembre, a 42.5 cada 24 horas entre octubre y febrero.
Por lo pronto, Jalisco los ha pintado a todos de cuerpo entero.
La verdad no puede ocultarse para siempre. Tarde o temprano, los desaparecidos regresan. A veces en restos, en cenizas, a veces en memoria, pero siempre con la misma exigencia: justicia. Y esa exigencia pesa más que cualquier puerta grande por la que intenten salir.
@azucenau