Hace exactamente una semana, en Álamo Temapache, Veracruz, fue hallado el cuerpo de Irma Hernández, una maestra jubilada de 62 años que, para ganarse un dinero extra, manejaba el taxi número 554 y era propietaria de uno más. Fue su sentencia de muerte.
El 18 de julio, hombres armados pertenecientes a “La Mafia Veracruzana” o “Grupo Sombra” —brazo armado del Cártel del Golfo— secuestraron a Irma por negarse a pagar el cobro de piso o extorsión, delito que no ha podido ser contenido con ninguna estrategia del gobierno.
A Irma se la llevaron, la arrodillaron y la obligaron a hablar en un video, pidiéndoles a sus compañeros que no cometieran su mismo error: “Con la Mafia Veracruzana no se juega. Paguen su cuota como debe de ser, con ellos, y dejen de andar de engüilados con Los Charros, que solo nos extorsionan, o van a terminar como yo”.
En pocos días —algo que parece que el gobierno espera que celebremos— las autoridades detuvieron y vincularon a proceso a tres hombres implicados en el homicidio; homicidio que no existe para la gobernadora de Veracruz, Rocío Nahle, quien asegura que, aunque la víctima fue “violentada”, finalmente murió de un infarto.
En su conferencia matutina, la presidenta Claudia Sheinbaum se reservó los detalles de esta investigación. Lo que no se guardó fueron las palabras de respaldo para Nahle: “Está haciendo un buen trabajo”.
¿A dónde vamos realmente?
Es cierto: los asesinatos van a la baja. Durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador mataban, en promedio, a 91 personas cada día. Hoy, a nueve meses de iniciado el sexenio actual, la cifra ha bajado a 65 ejecuciones diarias. Siguen siendo demasiadas, pero son menos.
Pero ojo: la extorsión, el delito que hoy asedia a más personas de las que el gobierno puede contar —o reconocer— no cede. Las autoridades federales reconocen que este crimen ha aumentado 27.7% respecto al primer semestre de 2019, pero esa es una comparación todavía muy optimista. Si volvemos un poco más atrás, nos damos cuenta de que desde diciembre de 2018 la extorsión se ha disparado 73.37%; una cifra con subregistro evidente, causado por el temor de ser asesinado o asesinada al denunciar.
La presidenta Claudia Sheinbaum firmó una iniciativa para que este crimen se persiga de oficio, pero aún falta que el Congreso la apruebe. Por ahora, la única herramienta inmediata es el número 089, que promete recibir denuncias anónimas. Veremos.
En paralelo están las desapariciones que, en casos como estos, son el preludio de un asesinato y que siguen en aumento. En el sexenio pasado desaparecían, en promedio, 26 personas al día. Hoy la cifra subió a 42.
Bien por los avances, pero… ¿nos podemos consolar al saber que los homicidios van a la baja si la extorsión sube, la impunidad persiste y desaparecen más personas que nunca?
Mientras sigamos contando cadáveres y haya familias buscando a los suyos, la pregunta no es cuántos menos mueren, sino cuántos seguimos dispuestos a dejar morir sin exigir que algo cambie ya.
@AzucenaUresti