Por María Fernanda Castillo Sandoval
Más que trajineras coloridas o fiestas tradicionales, Xochimilco es el alma verde de la Ciudad de México. Su red de canales y chinampas, herencia viva de una civilización que supo convivir con el agua, sigue siendo —a pesar de todo— uno de los pulmones ambientales más importantes del Valle de México. Pero esa belleza mística que asombra a turistas y citadinos esconde una verdad incómoda: Xochimilco agoniza entre el deterioro ecológico, la desidia institucional y el olvido ciudadano.
Desde que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987, su futuro ha estado marcado por una contradicción: cuanto más se le admira, más se le degrada. Hoy, el Parque Ecológico Xochimilco —que abarca unas 148 hectáreas, de las cuales 36 son humedales— se encuentra bajo una presión urbana sin precedentes. Estos ecosistemas, que purifican el agua, regulan el clima y albergan más de 50 especies de aves migratorias, están siendo asfixiados por aguas residuales, basura y expansión inmobiliaria.
El espejismo del desarrollo
De las 2,215 hectáreas que componen las cinco zonas chinamperas de la Ciudad de México —Xochimilco, San Gregorio Atlapulco, San Luis Tlaxialtemalco, San Pedro Tláhuac y San Andrés Mixquic— solo 418 se cultivan a cielo abierto y 98 bajo agricultura protegida, según la FAO (2019). En otras palabras: más del 70% del territorio chinampero está abandonado o cubierto de maleza.
La pérdida no es solo ambiental. Es también cultural y social. La chinampería, una técnica agrícola ancestral y sostenible, se extingue porque las nuevas generaciones ya no encuentran en ella una forma de vida digna. A la par, el turismo sin control ha transformado los canales en parques temáticos donde se prioriza el entretenimiento sobre la conservación. Xochimilco está dejando de ser un símbolo de equilibrio para convertirse en un escaparate de contradicciones.
La esperanza entre el lodo
Pese al panorama adverso, aún hay señales de vida. La Secretaría del Medio Ambiente (SEDEMA) ha emprendido acciones como la instalación de biofiltros, el control de especies invasoras y programas de restauración de chinampas. También destaca el proyecto Altépetl Bienestar, que apoya a agricultores locales en la reforestación y limpieza de canales. Son pasos en la dirección correcta, pero insuficientes frente a la magnitud del daño.
Porque Xochimilco no puede salvarse solo con programas; necesita una política de Estado.Una que reconozca que protegerlo no es un gesto romántico, sino una decisión estratégica para la supervivencia ambiental y cultural de la Ciudad de México.
Acciones concretas para recuperar Xochimilco
Blindar jurídicamente el suelo de conservación. Detener asentamientos irregulares y frenar la expansión urbana que devora los humedales.
Establecer un programa permanente de saneamiento hídrico. Garantizar que ninguna gota de agua residual llegue sin tratamiento al sistema de canales.
Revitalizar la chinampería como patrimonio productivo. Incentivar económicamente a las familias que mantengan la agricultura tradicional con técnicas sustentables.
Promover turismo responsable y culturalmente sensible. Redefinir las rutas turísticas para equilibrar disfrute y conservación.
Involucrar a las universidades y a la sociedad civil. Crear un observatorio ciudadano y académico que supervise los avances en conservación y restauración.
Entre la memoria y el futuro
Xochimilco está en una encrucijada. Puede convertirse en un modelo global de resiliencia ecológica y cultural, o en el recordatorio más doloroso de lo que dejamos morir por indiferencia.
El ajolote, especie emblemática del ecosistema, sobrevive hoy más en laboratorios que en sus aguas originarias. Si no actuamos con visión y compromiso, pronto será también el símbolo de una ciudad que perdió su capacidad de cuidar lo que la hacía única.
Salvar Xochimilco no es solo una causa ambiental: es una promesa de futuro. Una promesa que la Ciudad de México todavía puede —y debe— cumplir.
Es alumna de la Maestría en Proyectos para el Desarrollo Urbano – Universidad Iberoamericana
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