La industria automotriz se encuentra viviendo una época de completa incertidumbre como no se había visto en mucho tiempo ante la amenaza de imposición de aranceles por parte del gobierno estadounidense. Curiosamente, las dos empresas que parecen estar más expuestas a dichos aranceles (Ford y General Motors) son, por otro lado, parte del conglomerado de empresas que en principio el gobierno de Trump buscaría fortalecer con estas medidas.

Los altos mandos de ambas empresas no han tardado en sonar las voces de alarma. El CEO de Ford, Jim Farley, señaló hace unos días que los aranceles a México y Canadá solo beneficiarían a los rivales extranjeros agregando que lo que hemos visto estos días solo ha provocado “muchos costos y mucho caos”. Diversos medios también han reportado que Mary Barra, la CEO de General Motors, ha estado activamente visitando la Casa Blanca buscando mayores acercamientos con la administración.

La realidad es que, desde cualquier perspectiva, el plan arancelario del gobierno de Trump amenaza con aumentar los costos en toda la industria y reducir los escasos márgenes que fabricantes y proveedores tienen. Aún más, la retirada de subsidios federales para vehículos eléctricos en Estados Unidos puede desfavorecer aún más a las empresas estadounidenses frente a los fabricantes chinos, quienes están demostrando que se mueven a una velocidad espeluznante.

Y en medio de todo este lío se encuentra México. La importancia de nuestro país para la industria automotriz norteamericana es tal, que coincido con el secretario de economía Marcelo Ebrard cuando afirma, que los aranceles de Trump serían como “darse un balazo en el pie”. Efectivamente, prácticamente treinta años de acuerdos de libre comercio con los Estados Unidos, han hecho que las cadenas productivas se encuentren muy integradas y que precisamente por ello, México sea un eslabón clave en la competitividad de Norteamérica como bloque comercial ante otras regiones.

¿Cuáles serían los posibles escenarios en caso de que el presidente Trump finalmente confirmase una imposición de 25% a las importaciones provenientes de México? El primer escenario, el más probable, implicaría una depreciación del peso mexicano que compense en forma completa o parcial un arancel de 25%. Sin embargo, las consecuencias de una depreciación en este orden de magnitud podrían acarrear consecuencias desastrosas para el país: mayor inflación, aumento de la deuda externa, entre otras cosas.

Un segundo escenario probable tampoco luce favorecedor. El propio secretario de Comercio de los Estados Unidos, Howard Lutnick, ha indicado que las empresas que produzcan más en territorio estadounidense y contraten a más personal podrían quizá evitar los aranceles. Esto significaría relocalizar producción hacia los Estados Unidos. General Motors se ha pronunciado por mover parte de la producción a EE. UU. en caso de una posible imposición de aranceles. El CEO de Nissan, Makoto Uchida, planteó medidas similares en días recientes. Si todos los fabricantes intentan replicar medidas similares, las consecuencias podrían también ser desastrosas: pérdida de empleos directos e indirectos, posible cierre de plantas de fabricantes y proveedores y, por ende, impacto negativo en el PIB manufacturero.

Además, una relocalización de la producción, parece ser, afectaría principalmente a las actividades de mayor valor agregado (e.g. ensamble de vehículos). Una eventual depreciación de la moneda, en conjunto con esta relocalización, podría terminar atrayendo más inversión en plantas para producir componentes de menor valor agregado, usualmente aquellos que son intensivos en mano de obra, que, si bien generan empleo, no terminan por contribuir significativamente con el desarrollo industrial de un país.

En todo caso, las consecuencias no son sólo negativas para México o Canadá, sino también para Estados Unidos. Un análisis de la consultora Wolfe Research, estima que las medidas arancelarias podrían aumentar, hasta en 3 mil dólares, el costo promedio de un vehículo en los Estados Unidos. Y como siempre, sería el consumidor final quien terminaría pagando las medidas. Peor aún, si es que existe un “enemigo”, ese no es México. El principal problema no es el país latinoamericano sino el dragón chino, quien se encuentra en plena velocidad de crucero por convertirse en el principal referente de la industria automotriz moderna. La unidad del bloque norteamericano es la mejor solución ante ello.

Profesor del área de Dirección de Operaciones de IPADE Business School

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