Por Yéssika Moreno

El 11 de febrero se conmemora el Día Mundial de la Mujer y la Niña en la Ciencia, una fecha que nos invita a reflexionar sobre los desafíos que persisten en la inclusión de las mujeres en las disciplinas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas). A una década de que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estableciera esta conmemoración, el panorama ha mejorado, pero las brechas de representación, liderazgo y reconocimiento siguen limitando el desarrollo de muchas científicas.

La diversidad en la ciencia no es solo una cuestión de equidad, sino un requisito fundamental para el avance del conocimiento. La investigación y la innovación deben reflejar la pluralidad de experiencias y perspectivas para responder de manera efectiva a los desafíos globales, en especial en el campo de la salud. Sin embargo, las cifras muestran que la participación femenina en la investigación científica sigue siendo minoritaria: sólo el 33% de los investigadores a nivel mundial son mujeres, y a medida que se avanza en la jerarquía académica, su representación disminuye drásticamente.

Como profesional en medicina, me pongo a pensar de qué manera esta falta de equidad también impacta en la salud. Existen múltiples ejemplos de cómo la ausencia de mujeres en la investigación ha llevado a sesgos en los tratamientos y diagnósticos. Por ejemplo, numerosos estudios han demostrado que las enfermedades cardiovasculares en mujeres suelen ser subdiagnosticadas debido a que los síntomas han sido históricamente estudiados en poblaciones masculinas. Esta brecha en la investigación científica puede tener consecuencias graves para la atención médica y el bienestar de millones de mujeres en el mundo.

Otro gran reto es la escasez de mujeres en posiciones de liderazgo dentro del sector científico. Menos del 12% de los miembros de academias científicas en el mundo son mujeres, lo que significa que la toma de decisiones sobre temas de investigación y políticas de salud sigue estando mayoritariamente en manos de hombres. En el sector de la salud, a pesar de que el 67% de la fuerza laboral global está compuesta por mujeres, pocas logran ascender a cargos directivos, lo que perpetúa las desigualdades en la toma de decisiones y la formulación de políticas.

Desde mi posición como mujer científica en la industria farmacéutica, constantemente busco impulsar el cambio. En Pfizer, de la mano de mis colaboradores, hemos trabajado activamente para fomentar la equidad de género a través de iniciativas de diversidad e inclusión que promueven el desarrollo profesional de las mujeres en STEM. Actualmente contamos con emplea 1,264 colaboradores, y el 65% de las posiciones directivas están ocupadas por mujeres. Este es un reflejo del compromiso con la equidad y el reconocimiento del talento sin distinción de género.

Para continuar cerrando la brecha profesional entre hombres y mujeres, es fundamental continuar generando oportunidades desde la educación, el sector público y la iniciativa privada. Reconozco como un paso fundamental eliminar los sesgos en la contratación, promover modelos de liderazgo inclusivos y garantizar que las mujeres científicas reciban el reconocimiento que merecen. Sin una participación equitativa en la ciencia, la innovación quedará incompleta.

Este 11 de febrero, recordemos que la equidad de género en la ciencia no es solo una meta, sino una necesidad para avanzar hacia un futuro donde la salud, la tecnología y la innovación sean verdaderamente representativas y accesibles para todos.

Directora de Asuntos Médicos para Pfizer México

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