Por Juan Rivera Dommarco y Mario Herrero
¿Será posible alimentar de forma saludable a los casi 9,700 millones de personas que habitarán la Tierra en 2050, sin poner en riesgo la estabilidad del planeta? Esta fue la pregunta central que guio el trabajo de la Comisión EAT-Lancet 2025, integrada por 24 especialistas de 35 países y presentada recientemente en México. La respuesta es alentadora: sí es posible. Sin embargo, nuestras decisiones actuales sobre qué comemos, cómo producimos los alimentos y cuánto desperdiciamos están poniendo en riesgo tanto la salud humana actual y de las futuras generaciones, como la del planeta entero.
El sistema alimentario global es uno de los principales motores del deterioro ambiental. Contribuye de manera significativa al cambio climático, al uso excesivo de agua, a la contaminación por nitrógeno, fósforo y pesticidas, al uso de antimicrobianos, a la pérdida de biodiversidad y a la degradación de los ecosistemas. En suma, los alimentos que ponemos en nuestro plato trascienden el ámbito individual.
El primer paso del trabajo de la Comisión EAT Lancet 2025 fue definir una dieta saludable que minimizara la carga de enfermedad y muerte atribuible a la alimentación no saludable. Así surgió la Dieta de Salud Planetaria, un modelo de alimentación adaptable a cada país, caracterizado por un alto consumo de alimentos de origen vegetal como frutas, verduras, cereales integrales, leguminosas, semillas y aceites vegetales; y una ingesta moderada o baja de lácteos y carnes, con cantidades mínimas o nulas de carnes rojas, azúcares añadidos y productos ultraprocesados. Esta dieta prioriza alimentos frescos o mínimamente procesados, disfrutando de la riqueza culinaria y tradición alimentaria de países como México.
Mediante modelos científicos rigurosos las y los especialistas estimaron que, si esta dieta fuera adoptada globalmente, podrían evitarse más de 15 millones de muertes prematuras cada año. Además, si los alimentos se produjeran mediante prácticas agroecológicas y se redujera a la mitad la pérdida y el desperdicio de alimentos, sería posible alimentar a la población futura sin rebasar los límites planetarios.
La principal innovación del informe 2025 de la Comisión EAT Lancet es su enfoque en la justicia. Hoy, cerca de 3,700 millones de personas no tienen acceso a dietas saludables, ambientes limpios ni salarios dignos, mientras más de 2,000 millones viven con sobrepeso u obesidad. El consumo de alimentos no saludables no solo afecta la salud pública, sino que genera impactos ambientales que afectan de manera desproporcionada a las poblaciones más vulnerables, lo que constituye una profunda injusticia.
La Comisión concluye que la transformación saludable, sostenible y justa de los sistemas alimentarios solo será posible mediante políticas públicas que protejan las dietas tradicionales saludables, promuevan entornos alimentarios sanos, impulsen una producción sostenible, detengan la conversión agrícola de ecosistemas intactos, reduzcan el desperdicio de alimentos, garanticen condiciones de trabajo dignas y aseguren voz y representación para los trabajadores en los sistemas alimentarios y protejan a los grupos históricamente marginados.
La evidencia es clara: la salud del planeta y la de la humanidad comienzan en nuestro plato.
Comisionados EAT-Lancet
Juan Rivera es investigador Emérito, Instituto Nacional de Salud Pública, México
Mario Herrero es Investigador del Cornell Atkinson Center for Sustaintability, Estados Unidos

