En la búsqueda del conocimiento nuestra especie no descansa. El conocimiento es innato a la condición humana. El conocimiento deviene verdades, unas útiles, otras desagradables. Cuando el primero desvela hechos productivos, el binomio conocimiento/verdad edifica.
Ya sea en forma consciente o sin proponérselo, los primeros pobladores desarrollaron actividades cuyo resultado devino discernimiento. He leído que Wikipedia pesa cincuenta kilos de discos duros. Ignoro cuántos kilos acumula el conocimiento. Debe ser más. Han transcurrido 315,000 años desde la aparición del Homo sapiens; el conocimiento acumulado debe pesar muchas Wikipedias.
Una de las grandes metas del conocimiento es la búsqueda de la verdad. La verdad, siempre deseable, es un espacio frágil; lo que es veraz para algunos, no lo es para otros; lo que fue contundente en algún tiempo se desvanece cuando otros hallazgos contradicen la información previa. Sin embargo, la inmensa mayoría de los seres humanos buscan conocer la verdad y bregan, de acuerdo a sus posibilidades, por construirla.
Karl Popper, en el libro En busca de un mundo mejor (Ediciones Paidós, 1994), cita al poeta y filósofo Jenófanes:
Por lo que respecta a la verdad certera, ningún hombre la ha conocido, /ni la conocerá; ni acerca de los dioses, / ni tampoco todas las cosas de las que hablo. / E incluso si por azar alguien pronunciase / la verdad perfecta, él mismo no lo sabría: / pues todo no es más que una tela tejida de conjeturas.
Menudo reto la idea previa. Leerla y releerla hoy vale la pena. Jenófanes falleció en 475 a. C. “…la verdad perfecta”, sigo al filósofo, ¿existe?; “…la verdad certera”, ¿existe? Los signos de interrogación siempre han sido, para mí, gran refugio. Amén de preguntar y mover, son un espacio abierto a la reflexión y una invitación a uno mismo y al lector: ¿ ?
Imposible saber cuánto pesa el conocimiento; imposible saber cuántas horas ha invertido nuestra especie para generarlo; imposible entender cuánto proviene del esfuerzo sostenido y cuánto de la serendipia; imposible diferenciar cuánto es inútil y cuánto útil. Imposible conocer las respuestas. Poco importa. Lo que sí significa, y mucho, para algunos segmentos de la población, es su utilidad y distribución. No suele hablarse acerca de “conocimiento justo” y “conocimiento injusto”. Entubar el agua y vacunar son ejemplos de conocimiento justo.
Entubar el agua contaminada por heces fecales fue en un principio una idea simple que pronto se convirtió en conocimiento. Vacunar es la suma de mentes brillantes sabedoras de la biología de algunos virus y bacterias. Sobran ejemplos de “conocimiento injusto”. Generar bombas atómicas o utilizar seres humanos para proyectos de investigación médica, sobre todo en países pobres, sin advertir de las posibles consecuencias negativas del experimento son dos ejemplos.
Es prudente diferenciar entre una y otra forma de conocimiento. Tanto la verdad de la cual hablaba Jenófanes y hablamos nosotros en el siglo XXI se entenderá mejor cuando los hechos —la verdad— se acople a otras realidades, como la de la justicia distributiva y la del progreso. Priorizar necesidades humanas y terráqueas es deseable. Sin embargo, la experiencia cotidiana demuestra lo contrario: nunca, mientras políticos sátrapas manejen el mundo, lo humano será lo fundamental. Perseguir la verdad y sembrar “conocimiento justo”, pese al fracaso actual, es imprescindible.
No desesperar a pesar de tanta desesperanza es fundamental. Llegará el día en el que los científicos logren una vacuna cuyo contenido modifique los genes de la satrapía política. Entonces, quizás, el “conocimiento justo” enmiende el rumbo de nuestra especie.