En más de 40 años, diversos países han aplicado políticas económicas neoliberales, sin lograr los resultados esperados, por el contrario, los problemas se han agravado todavía más. El crecimiento es cada vez más lento, la inflación persiste, la deuda Pública aumenta junto con el desempleo y la delincuencia con guerras en varias partes del planeta. En México, en 1987, el Producto Interno Bruto, era menor al de 1981, la inflación fue superior al 140%. Hoy en día, diferentes agencias pronostican un crecimiento menor al 1% y la deuda a pesar de los discursos del gobierno continúa creciendo. Del mismo modo, los Estados Unidos iniciaron los años ochenta con caídas en la producción y con precios mayores a los de la posguerra. En el momento actual, este país elevó la deuda pública hasta el punto de llegar a la insolvencia y ha iniciado una guerra comercial con el resto del planeta tratando de reducir su déficit público y comercial.

¿Qué sucede? ¿Por qué más de 500 años de formulaciones teóricas tanto económicas como políticas, no han logrado resolver los problemas económicos fundamentales sin caer en conflictos bélicos o comerciales como casi la única solución? Una de las causas principales que impide reparar los problemas antes mencionados, se debe a la incapacidad de las diferentes corrientes de pensamiento económico para brindar propuestas objetivas que no sean supuestos irreales que en su mayor parte se contradicen con la realidad.

La política norteamericana llegó al extremo de dirigir al país usando “órdenes ejecutivas” que más bien son “ocurrencias sorpresivas”, sin apoyarse en una evaluación o diagnóstico de las posibles consecuencias que tales ocurrencias provocarán, ello a pesar de contradecirse con la Reserva Federal (FED), el Tesoro u otras agencias gubernamentales y no gubernamentales.

La teoría económica en general propone elevar la tasa de interés por encima de la inflación para así bajar la demanda proveniente del consumo y estimular el ahorro. Pero, la tasa de interés influye además del consumo, el ahorro y los precios, sobre la inversión, el tipo de cambio y la deuda del gobierno. En efecto, la mayor tasa de interés real motiva a la sociedad a reducir su consumo presente, para recibir en el futuro, el premio de una tasa de interés más alta. Pero después de un tiempo, el ahorrador acumula un ingreso cada vez mayor, derivado de la tasa de interés. Dicho ingreso se originó o provino no de una mayor producción o generación de riqueza porque las actuales tasas de interés se relacionan con un lento crecimiento de la inversión, por lo que la elevada tasa de interés no es pagada por la producción o por la generación de nueva riqueza social, sino esencialmente es la deuda del gobierno la que financia el pago del interés a través de la venta de bonos. Al final del día, los ahorradores que pospusieron su consumo inicial, una vez incrementado su ahorro con los intereses recibidos elevan su consumo, incrementando así su demanda por encima de la oferta que disminuyó a causa de la menor inversión desmotivada por la alta tasa de interés.

Así, el aumento de la tasa de interés termina por elevar la inflación. Pero también el aumento de la tasa de interés eleva la deuda del gobierno, porque ésta es pagada a través de la venta de bonos del gobierno; es decir, el aumento de la tasa de interés además de provocar mayor inflación eleva la deuda del gobierno; si las fuerzas del mercado regularan la tasa de interés de acuerdo a la oferta de ahorro y la demanda de inversión, entonces no habría forma de ofrecer una tasa de interés por encima de la inflación porque la relativa poca inversión no podría pagar las tasas de interés; sólo la intervención o la deuda del gobierno hace posible elevar la tasa de interés y con ello hacer posible la política de combate a la inflación. El gobierno se financia principalmente a través de impuestos y éstos no generan excedentes para pagar intereses de la deuda, ni siquiera son suficientes para cubrir las necesidades asistenciales, médicas, educativas, de orden social, administración y otras de la sociedad.

El déficit público empuja al gobierno a contratar nueva deuda para pagar la deuda atrasada. El Estado termina incrementando la deuda más rápido que la Producción Nacional (PIB). En algunos países como los Estados Unidos, Japón, Inglaterra, Grecia y otros más, la deuda supera al PIB. En México, no sólo la deuda pública crece por si misma, sino que una parte de ésta debe de ser pagada en dólares al igual que la repatriación de utilidades y dividendos de la inversión extranjera ubicada en México, por lo cual, la tasa de interés no sólo eleva la inflación y la deuda del Estado como hemos descrito, sino además también eleva la deuda en dólares, dando por resultando que el país recibe menos dólares de los que envía al exterior por conceptos de intereses de la deuda externa, las utilidades y los dividendos de la inversión externa. La deuda se incrementa por si sola simplemente porque la tasa de interés mexicana es superior a la norteamericana.

El tipo de cambio estable permite a los extranjeros cambiar sus ahorros en pesos a dólares, con un interés mayor al ofrecido por su país. Hasta el momento, el país ha logrado pagar sus compromisos externos en dólares gracias a la entrada de remesas de los trabajadores mexicanos en el extranjero. Si estas remesas se interrumpen o disminuyen, no será posible pagar la deuda externa ni la repatriación de utilidades de las empresas extranjeras ubicadas en México. La política mexicana de sostener una tasa de interés mayor a la inflación y a la tasa de interés norteamericana, se mantiene pese a los efectos nocivos contra el país porque el Banco de México, encargado de la política monetaria del país es autónomo y no puede ser intervenido por el gobierno. El objetivo del Banco de México impide utilizar la emisión monetaria para financiar el gasto de gobierno como fue desde su creación el 25 de agosto de 1925, hasta el 1° de abril de 1994 cuando se decretó su autonomía. En ese periodo, el gobierno usó la emisión monetaria para financiar en parte la industrialización del país, la infraestructura en educación, salud, caminos, medios de transporte como el metro, autopistas y otras obras públicas más. La autonomía del Banco le quitó al gobierno dicho recurso y ahora éste está incapacitado para impulsar el desarrollo cuando a la vez, ha elevado la deuda pública a niveles nunca antes vistos no porque se haya utilizado para crear infraestructura o pagar servicios públicos, sino la deuda ha crecido casi sólo para pagar los intereses de la misma deuda. El pago del gasto del gobierno a través de emisión monetaria no genera ningún cobro de intereses y mucho menos inflación como ocurrió de 1954 a 1976, cuando el país alcanzó su mayor tasa de crecimiento con el más alto gasto público, sin alterar la estabilidad de precios, que se mantuvo por debajo de cero y con un tipo de cambio en todo el 0periodo de 12.50 pesos por dólar. Este periodo se conoció como el Milagro Mexicano.

Si el gobierno elimina la autonomía del Banco de México podría disponer de la emisión monetaria para financiar su déficit, no tendría que realizar reformas fiscales ni elevar su deuda. Eliminar la autonomía del Banco de México tendría menores consecuencias políticas que la actual reforma judicial y le daría al país un instrumento sumamente valioso para impulsar el desarrollo. La autonomía del Banco de México debilita la capacidad de gobernabilidad al disminuir la disposición de recursos del gobierno y entregarlo a la necesidad de negociar o aceptar condiciones del exterior de comercio o de integración que se imponen incluso por encima de la constitución.

Profesor Titular C, Departamento de Producción Económica, UAM Xochimilco

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