¡Ya basta! Qué era eso de andar en camionetotas blindadas y con mas escoltas que Donald Trump. Qué era eso de volar en helicópteros como si fueran el tío Richie, si son el mero pueblo. Qué era eso de poner su imagen en ambulancias y camiones que ofrecen servicios de salud para hacer propaganda política a cambio de consultas y medicinas baratas, como si fueran del Doctor Simi.
Esto tenía que parar y, providencialmente, el domingo pasado el espíritu del padre de la 4T se posó sobre el Consejo Nacional de Morena e iluminó al gran partido que es la esperanza de México para que sus militantes regresen al camino que les marcó su líder, el de la pobreza franciscana, el de dejar de venerar el dinero, que bien decía AMLO, “es el papá del diablo”.

Ya muy pronto volverán los días de los Jetta blancos seminuevos, de los 200 pesos en la cartera, de tener un solo par de zapatos, de los tamales de chipilín y las aguas frescas.
Nuevamente los funcionarios tendrán que hacer colas en las líneas aéreas y acomodarse en asientos de clase turista, en la que vuela el pueblo, y dejar esa costumbre fifí de pagar por lugares de primera clase.
Adiós a los buenos vinos y los restaurantes de lujo, a los que algunos pecaminosos morenistas comenzaban a regresar luego de seis años de comer en fondas, mercados y restaurantes modestos.
La heredera y guardiana de los valores de la 4T tuvo que hacer sentir su voz y enviar una carta al partido para recordarles a los morenistas que no puede haber gobierno rico y pueblo pobre, como lo plasmó en los mandamientos éticos el fundador del partido.

¿Acaso el expresidente AMLO permitió que él o sus hijitos anduvieran escoltados y en Suburban?, desde luego que no; a ellos y al propio presidente los cuidaba, y los sigue cuidando, el pueblo bueno.
Acaso el expresidente AMLO hubiera permitido que se hicieran campañas adelantadas, o que algunas o algunos aspirantes comenzaran a invadir cuanta barda encontraran con sus nombres o sus siluetas. Por supuesto que no, él solo organizó un juego con fichas, o corcholatas, pero dio piso parejo a todos, quizá más parejo para alguna candidata, pero al mejor albañil le llega a fallar el nivel. Acaso AMLO permitió que sus hijos vivieran con lujos en casas con alberca y en el extranjero, o que usaran ropa de marca. Acaso permitió que sus vástagos hicieran negocios durante los seis años de su gobierno.

Acaso permitió que sus hermanos cayeran en la tentación del padre de Satán y recibieran fajos de dinero, o sobres amarillos con billetes. O que miembros de su familia obtuvieran ganancias millonarias como proveedores de Pemex.
Vivir con lujos, enriquecerse a costa del dinero público y abusar del poder, eso no fue lo que el padre fundador les enseñó a sus discípulos, así que no hay pretexto para que ahora los fieles del morenismo se alejen de la austeridad y comiencen a vivir, si es necesario, en pobreza franciscana. Y si para los morenistas de cepa este voto de pobreza es duro, ya podrá imaginar lo que significa para los tránsfugas que vienen de la cultura de la corrupción y la riqueza. De aquellos priistas y panistas, que hace pocos años hacían negocios multimillonarios al amparo del poder político, o que como funcionarios públicos o gobernantes amasaron sus fortunas con dineros del erario.
Imagínese estar acostumbrado a usar helicópteros para evadir el tráfico, o jets privados para no juntarse con el infelizaje en los aeropuertos, y de pronto tener que viajar como el pueblo.

Duro ha de ser tener que guardar el Patek o Rolex en la caja fuerte y sacar el Casio para ir a la oficina en auto compacto y circular sin escoltas por esas calles de Dios. Pero como muchos de ellos dicen, esto es un apostolado, no están en la política por el dinero o el poder, sino por servir al pueblo, en especial a los que menos tienen, y, a veces, prestar ese servicio implica sacrificios y privaciones, pero otorga muchas satisfacciones.
Por el bien de todos, primero los pobres.
ME CANSO GANSO. – La 4T llega a El Vaticano.
Algunos altos jerarcas de la Iglesia Católica están pensando que para la próxima elección de un Papa el proceso de selección se haga mediante una tómbola y que los cardenales que salgan electos se sometan a una elección en la que todos los católicos del mundo puedan votar. Desde luego, el que aspire a ser jefe de la Iglesia deberá poder llenar, cuantas veces sea necesario, la plancha de la Plaza de San Pedro. Para tal empresa, ya se está solicitando la asesoría de Morena.