A partir del pasado 29 de enero empezó a correr el año de la serpiente según la astrología china. Y hasta un escéptico como yo está tentado a considerar que, efectivamente, tal como señalan las predicciones zodiacales asiáticas, es –sigo el texto de Susy Forte para el diario argentino La Nación (5-II-2025)– “de reevaluación y es un buen periodo para revisar, reestructurar y transformar en busca de respuestas y redención”.

Sé que eso de “transformar” les va a encantar a muchos fieles de la 4T, aunque no veo por ningún lado que en esas filas estén revisando o reevaluando casi nada, excepto aquello que en los hechos y obligados por las nuevas circunstancias de la era Trump sí están reconsiderando, como su fracasada estrategia de seguridad, si bien Omar García Harfuch insiste, para regocijo de los fanáticos morenistas, en que sigue cabalmente la estrategia delineada por el padre del humanismo mexicano, hoy avecindado en Palenque (con largas estadías en La Habana, según dicen algunas lenguas obviamente bífidas).

Según la citada Forte, en este periodo “la ciencia y la tecnología también harán contribuciones notables”. Puede que sea así, pero no son pocos los seguidores de la “ciencia” que creen, por ejemplo, que Elon Musk será una especie de “salvador” del planeta con sus grandes proyectos en materia de inteligencia artificial y su insuperable red de satélites Starlink; y tampoco escasean quienes lo ven como la encarnación misma del anticristo. ¿Ángel o demonio; paloma o serpiente? Qui sapit (quién sabe). Otro tanto ocurre con la promesa presidencial de que “México será una potencia científica y tecnológica”. Hasta un auto eléctrico se ha embarcado en producir la Presidenta (científica de carrera, pero ideóloga por vocación). Las dudas de que todo acabará como los respiradores y la vacuna “Patria” se multiplican.

Probablemente este año sea bueno, ahora sí, para las farmacias del bienestar y los hospitales públicos mexicanos: Forte nos advierte que la serpiente “simboliza la posibilidad de transformar el veneno en medicina, la carencia en abundancia y el dolor en alegría, todo a través de la sabiduría, el poder transformador y la habilidad para reinventarse que caracteriza a este signo”, que espero sea el de los funcionarios que vienen acabando con lo poco que funcionaba en el sector salud.

Más allá de la astrología china, es claro que en México la serpiente fue muy importante para las culturas prehispánicas; baste pensar en Quetzalcóatl, el dios de la serpiente emplumada, o su versión maya, Kukulcán, a quien los increíbles arquitectos de Chichén Itzá hicieron descender como una serpiente de luz y sombra por una escalinata durante el equinoccio.

Para alborozo del retorcido nacionalismo que nos gobierna, este año también nos va a tocar volver al mito fundacional de México-Tenochtitlan, pues se cumplen siete siglos de la llegada de los primeros mexicas a lo que hoy es la CDMX. Me encantará que algunos rijosos pero muy informados historiadores discutan si no es que acaso fueron los conquistadores españoles quienes introdujeron la idea de que las tribus originarias encontraron un águila devorando una serpiente, representación cristiana del pecado, la perdición y el mal (cuentan con el respaldo de algunos códices que hablan más bien de que el águila está devorando a otras aves). ¿No es una astuta y maligna serpiente la que manipula a Eva para que coma del fruto prohibido? Los españoles dedujeron que como buenos católicos que íbamos a ser nos convenía más pensar en el mal siendo domeñado por un águila. Sin embargo, hoy la escalofriante cantidad de muertes violentas en el país parecen sugerir que el mal (una serpiente monstruosa) está devorando a la noble águila.

Mi diccionario favorito de símbolos –de Juan Eduardo Cirlot– que siempre en ocasiones como esta traigo a colación, plantea igualmente que “en multiplicidad y en el desierto, las serpientes son las fuerzas de la destrucción” y que pueden simbolizar también “el principio del mal inherente a todo lo terreno”. Piénsese, por ejemplo, en el desierto antidemocrático que cruzamos y en los muchos bichos que serpentean en sus arenas. Ahí la ofidiofobia (esa que experimentaba el buen Indiana Jones en algunas de sus aventuras) es un riesgo, pero la vamos a tener que superar junto con este escamoso año.

Correspondencia parda

Por cierto, un joven artista, Mario José Nava, realizó hace no mucho una celebrada interpretación pictórica del horóscopo chino (recuerdo haber visto a Carlos Slim encomiando en una galería los cuadros que representaban al tigre y al mono). Tres de esas obras serán mostradas nuevamente por nuestro amigo Nava en una exposición –Urdimbre cósmica: las tramas del tiempo– en la que además se integran otros trabajos suyos que tienen precisamente como hilo conductor el paso de Cronos por nuestras vidas.

“Cada pieza –dice el texto curatorial– propone la reflexión sobre cómo nuestras vivencias se entrelazan en una maquinación más grande, en donde la relación de lo colectivo / personal se tensa, desvelando un entramado que, tal como en los horóscopos, ofrece posibles verdades y gestiona una constante búsqueda de identidad”. La muestra, que se lleva a cabo en el marco de la Semana del Arte de Ciudad de México, estará abierta al público desde este segundo viernes del año de la serpiente, hasta el próximo domingo, en el elegante Hotel Maison México Roma (Valladolid 96, colonia Roma Norte).

@ArielGonzlez

FB: Ariel González Jiménez

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