Jean Améry (1912-1978) fue el seudónimo que el escritor austriaco Hans Mayer ocupó a lo largo de su vida intelectual, luego de su exilio en Bélgica, debido a la ocupación nazi de su país. Como individuo, siempre se concibió como un ser afectado casi desde su nacimiento por los avatares de la historia y el desarrollo de la política y el pensamiento.
En la única semblanza biográfica que escribió se lee: “Jean Améry. Nacido en 1912 en Viena. Estudios de Filosofía y Literatura en la misma ciudad. 1938, después del ‘Anschluss’ [anexión] de Austria, emigración a Bélgica. Durante la Guerra, participación en las luchas de la Resistencia en este país. En 1943 detención por la Gestapo y deportación a diferentes campos de concentración alemanes, entre ellos Auschwitz […]. Desde la liberación en 1945, escritor y periodista”.
En sus textos se entrelazan la autobiografía y la reflexión filosófica, por lo que se limita a contar lo indispensable de sí mismo para conducir su obra a zonas más abstractas, en las cuales discute sobre la existencia, el paso del tiempo y la relación del sujeto con los acontecimientos históricos. El interés que suscita su trabajo se debe a la reivindicación que emprende de la subjetividad como una fuerza capaz de expresar la verdad y la autenticidad del sufrimiento.

La simiente de su escritura la encontró en los juicios de Nuremberg que tuvieron como eje las atrocidades cometidas en los campos de concentración: “Sentí la necesidad cada día más insoslayable de confrontarme con el tema [...]. Pero, ¿de dónde viene de pronto el Yo, la primera persona, ante la que el autor hasta ahora siempre ha reculado: no por un principio estilístico, sino simplemente para no exponerse por completo, por qué se abre paso?” Esa necesidad expresiva hizo mella en su sensibilidad y le permitió escribir algunos ensayos fundamentales para la comprensión de su época.
Más allá de la culpa y la expiación (1966), su primer título publicado, constituye una aproximación al estado en que se halla el espíritu personal e intelectual una vez que se ha sobrevivido al nazismo, así como a las experiencias de la despersonalización, la tortura, el exilio y el resentimiento que se asentaron en todos aquellos que resultaron víctimas de esas brutalidades. Améry describe la crueldad que presenció: “Un mundo en que triunfasen el martirio, la destrucción y la muerte no podría existir, es evidente. Pero al sádico no le preocupa la sobrevivencia del mundo. Al contrario; quiere anular este mundo, y realizar la negación del prójimo, que en un sentido muy concreto se le presenta también como el infierno [...]. El prójimo se reduce a carne y degradándolo a carne se lo transporta a los umbrales de la muerte”.
“Revuelta y resignación” (1968) es, en palabras de Fernando Savater, “lo mejor que se ha escrito sobre la experiencia del envejecer”. Este peculiar ensayo ahonda en el proceso gradual por el que alguien se convierte en extraño de sí mismo, deja de ser contemporáneo de su presente: “Ya no comprende al mundo; el mundo que entiende ya no existe. La exigencia de comprender lo incomprensible no le abandona, como tampoco lo hacen las ataduras con el pasado. No es un héroe, sólo uno más: tan heroico como cualquiera de los que envejecen y van a morir”.
Los libros de Améry son objetos donde no hay sitio para la autocompasión, donde nadie sufrirá en el lugar de otro por comodidad. Leerlos implica recorrer un camino sin orientación pero lleno de voluntad y entereza.