En una columna anterior recordé la vida del líder indigenista Julio Chávez López (también conocido como López Chávez); en el recuento de su vida surgió la figura de un mentor, un pensador sui generis que introdujo el imaginario libertario a toda una generación.
Plotino Constantino Rhodakanaty fue un filósofo utópico y misionero mormón. Nacido en Atenas el 14 de octubre de 1828, durante su juventud estudió medicina en Viena, donde se interesó por la filosofía y participó en distintos círculos intelectuales; ahí destacó por su facilidad para los idiomas y por la soltura de su pluma. No fue sino hasta 1857 que se enteró en París del decreto de Ignacio Comonfort que facilitaba a los extranjeros adquirir la nacionalidad mexicana. Así, con la esperanza de encontrar un suelo fértil para sus ideas, desembarcó en Veracruz en 1861 y días después llegó a la capital.
Mantuvo el ideal de una sociedad sin clases y armoniosa, pero de una manera distinta a pensadores contemporáneos como Proudhon y Fourier. Inspirado por el socialismo cristiano y su propia interpretación del panteísmo, abogó por la vida comunal y el apoyo mutuo. Durante el año de su arribo, dio a conocer su primer texto en español titulado “Cartilla socialista o sea el catecismo elemental de la escuela de Carlos Fourier: el falansterio”, un manifiesto que llamaba a una transformación radical de la sociedad por medios pacíficos, enfatizando la educación y el rechazo de la riqueza como el camino hacia la verdadera libertad e igualdad.
Inició un círculo de estudio que pronto se convirtió en un punto de encuentro para jóvenes contestatarios. Entre los integrantes se encontraban Santiago Villanueva, Hermenegildo Villavicencio y Francisco Zalacosta. Más tarde, estos estudiantes formaron “La Social”, una asociación procomunal, filantrópica y humanitaria que desfiló en el Congreso Obrero.
Pocos años después, Plotino se instaló en Chalco para establecer una colonia agrícola y una “escuela libre”. Aunque no lo logró, consiguió convocar a campesinos de la región que mostraron una notable apertura hacia sus iniciativas. Entre estos estaba Julio Chávez López.
Debido a los conflictos derivados de la rebelión indígena desatada por su influencia, Rhodakanaty se mudó a Morelos y posteriormente a la metrópoli, donde escribió en periódicos como “El Socialista”, “El Hijo del Trabajo”, “El Combate”, “El Correo de los Estados” y “La Verdad”. Incluso, fundó una publicación dedicada a la frenología, “El Craneoscopio”.
A la llegada de los mormones a México, el filósofo encontraría en ellos un grupo afín. Se convertiría en nuestro primer “Elder”, título efímero dado que se separó del movimiento al no recibir respaldo para sus tentativas utópicas.
Ya en la década de 1880, fracasó en su intento de ingresar a la Escuela Nacional Preparatoria como profesor de Psicología. Los siguientes seis años se dedicó a promover la “filosofía trascendental” de Ralph Waldo Emerson y Margaret Fuller. A partir de este momento, los datos y la información sobre su paradero son escasos. Al parecer, se trasladó al sur, a las cercanías del Ajusco y enseñó en una escuela en la que Otilio Montaño, futuro zapatista y redactor del Plan de Ayala, era alumno. Se sabe que falleció el 2 de febrero de 1890 a causa de una “fiebre perniciosa” provocada por un piquete de mosquito. La familia del filósofo no contaba con fondos para su entierro, por lo cual su hijo, Plotino Nefi Rhodakanaty y Girón, cargaría el resto de su vida sus restos en una bolsa.