En el Senado se vivió una semana intensa por la comparecencia del secretario de Hacienda y la discusión de la reforma a la Ley de Amparo.
Pero la nota no estuvo en el discurso oficial, sino en lo que hizo el coordinador de los senadores de Morena, Adán Augusto López Hernández.
Mientras hablaba el secretario Edgar Amador, él prefirió sacar su iPad, ponerse audífonos y seguir el partido de la Champions League.
Más tarde, en plena discusión de la reforma presidencial en materia de amparo, “cambió de canal” y se puso a ver el béisbol. Todo, a la vista de sus pares y de fotógrafos, camarógrafos y reporteros.
Así logró su objetivo de mandar el mensaje: que los señalamientos en su contra le valen madres porque se sabe cobijado por el expresidente López Obrador.
Sus dos iPhones están protegidos con micas de privacidad. Nadie puede ver qué hay en esas pantallas. En cambio, su tableta no tiene filtro. Grande, iluminado, se lee a varios metros de distancia y con un buen lente, mucho más. No es la primera vez que lo captan, anteriormente lo vimos revisando el perfil de una senadora de Chihuahua.
Un día antes, literalmente ignoró desde su arribo a la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, quien a su salida le negó el saludo de despedida en el pleno. Un gesto frío y calculado que marcó distancia frente a su antecesor en Bucareli, que lo dejó aislado en su propio salón de sesiones. Fue un portazo público, una forma de recordarle que los nuevos tiempos ya no giran en torno a él.
En esa misma comparecencia, con él enfrente, aprovechó y le dijo la secretaria: “En el gobierno de México no tenemos compromisos mafiosos ni pactos con criminales, estamos del lado correcto, del lado del pueblo. Y decimos: cero corrupción y cero impunidad. Y si alguien cruza la línea del cumplimiento de la ley asumirá las consecuencias, trátese de quien se trate”. Un mensaje político, directo y a domicilio.
Pero con su actitud, su respuesta fue: “me vale madres tu secretaria y me paso por el arco del triunfo tus reformas”. Ese es el mensaje: no se somete a la disciplina ni a la línea del gobierno claudista. Está ahí, pero no alineado porque la presidentA no quiere o, quizás, no puede quitarlo.
Si algo ha quedado claro en estas semanas es que este gobierno no tiene interés en cargar con cuentas ajenas. La propia presidentA ha sido tajante: que él solo se defienda y aclare. Y Adán se exhibe con la seguridad de quien cree que no habrá consecuencias. Tal vez sea así. O tal vez estas formas terminen cobrándose más caro de lo que piensa. Por ahora, el mensaje ya quedó enviado y leído.
Monitor republicano
¿De veras a la Presidenta no le duele ver cómo unos vándalos golpean a sus policías, sin que puedan defenderse, porque no quiere que tilden a su gobierno de represor?
¿Lo que sea menester, aunque cueste casi 100 heridos, algunos de ellos de gravedad? ¿Los castiga así por lo que hicieron otros policías en otros tiempos, en otras circunstancias? ¿Por eso eludió las preguntas del viernes en la Mañanera y prefirió ignorarlas con su mejor sonrisa? ¡Caray!
En el caso de Brugada y Vázquez ni cómo ayudarlos. Sus ambiciones políticas los amarran.
El impresentable Cravioto buscó eludir su ineficiencia, culpando a los medios. La planeación para resguardar la marcha debió salir de su oficina, lo que hizo, si lo hizo, pésimo. Le faltó “inteligencia”, si acaso la tiene.
Y ante el vacío de autoridad y liderazgo, García Harfuch tuvo que salir a expresar su apoyo a quienes fueron sus subalternos.
¿Con qué cara, los directamente responsables, podrán ver a los ojos a los policías de la CDMX? ¿Con qué confianza les encargarán su propia seguridad?
Pero no sentirán vergüenza, porque no la tienen, como tampoco otra cosa. Qué no les extrañe si un día se rebelan a su autoridad.
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