Afortunadamente, me equivoqué. El tamaño de mi error es proporcional con la calidad y el nivel que Raúl Jiménez ha mostrado en los últimos meses. Hace tres años, estaba convencido de que jamás volveríamos a ver al examericanista, ni siquiera, cerca de lo que había sido antes de la durísima lesión de cráneo que sufrió. Hoy, aunque suene a locura, es todavía mejor jugador que antes. Tiene menos gol, pero es un jugador de (casi) toda la cancha.

La realidad es muy necia y, aunque algunos piensen lo contrario, es imposible obviarla. Es un hecho que Jiménez no debió asistir al Mundial de Qatar. Físicamente, no estaba en condiciones ni de jugar amistosos con su club, mucho menos estaba preparado para la alta exigencia de una Copa del Mundo. Quizá, asistir le perjudicó más de lo que lo benefició. Tal vez, ese mal desempeño fue el acicate final para no ceder en la lucha por volver a ser. Eso sólo lo sabe Raúl.

Hoy, la fortaleza mental de Jiménez está dándole dividendos a una Selección que sin él estaría a la deriva. El delantero y 10 más suena a eslogan barato, pero —en este caso— es una verdad grande como un templo. México, por fin, ganó la Liga de Naciones de la Concacaf (torneo irrelevante, pero muy incómodo cuando no se triunfa) y ese trofeo deberá llevar entre paréntesis, en la placa conmemorativa que lo acompañe en las vitrinas de la FMF, la frase “fue culpa de Raúl Jiménez”.

El atacante del Fulham se reinventó. Bueno, en realidad, volvió a las bases y combinó a ese delantero que acompañaba a Christian Benítez en el América con el goleador letal, que se convirtió en ídolo, en el Wolverhampton. Por necesidad, o vaya usted a saber por qué, Jiménez ya no pisa tanto el área, pero participa en el armado de juego. En la zona de creación, es el más claro del equipo mexicano y, encima de todo, ya se convirtió en un excelente cobrador de tiros libres.

Ante la posible tragedia (no olvidemos la gravedad de su lesión), el futbolista jamás claudicó. Se habrá hartado de escucharnos decir a varios que “Jiménez ya fue” o que “Raúl ya no puede jugar en la élite”.

Sentencias que en ese momento tenían sustento, pero que también contaban con fecha de caducidad, porque Jiménez nunca quiso dejar de ser y siempre tuvo claro que en su cabeza la palabra “mediocridad” no existe.

Raúl no se rindió. No lo conozco, pero —tras lo visto en estos últimos años— podría apostar a que el de Tepeji no descansará hasta tener una actuación mundialista acorde a lo que él es como futbolista. Así que, de cara a “nuestro” Mundial, la patria futbolera mexicana tiene algo de que asirse. Ese algo que brinda claridad en un marasmo, ese jugador que —desde el silencio— volvió, y lo hizo en grande.

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