Se supone que los clásicos son los mejores partidos de cualquier campeonato, y también los que se esperan con mayor expectación. Ese tipo de encuentros se gestan con el paso del tiempo.

La historia, la filosofía institucional, la cercanía y lo parejo de los duelos, suelen ser factores que abonan al surgimiento de un clásico. Pero lo fundamental es el nivel competitivo mostrado a lo largo del tiempo en cada enfrentamiento; sin eso, el compartir ciudad o barrio no sirve para nada.

En México, tristemente, los clásicos han perdido sabor. El sábado, por citar un ejemplo, el América no tuvo rival. Ni siquiera hubo nervio, ni antes, ni durante el juego.

Cuando el equipo rival, en este caso Pumas, no tiene con qué competir, no hay mística ni raigambre que valga.

En eso, el futbol suele ser muy lineal: Normalmente, el equipo con mejores jugadores vencerá al que cuenta con menos calidad. Por supuesto, hay excepciones. Los universitarios habían ganado los dos clásicos anteriores ante el cuadro de Jardine. Pero son sólo eso. Excepciones.

Pero el tema no se centra en los pobres Pumas (pobres como adjetivo calificativo, no como descripción de sus finanzas), y es que, si repasamos los diversos clásicos de nuestro futbol, la realidad es desalentadora. Lo común es que las Chivas, lleguen cómo lleguen, derroten al Atlas y, para colmo de males, hace mucho que no vemos partidos vibrantes de los que provocan que aficionados a otros equipos decidan sentarse a ver ese juego.

En Monterrey, lo usual es ver partidos aburridos y con más fricción que otra cosa. En este caso, lo que sucede en la cancha no corresponde con lo que se vive en la previa, pero no es por falta de calidad o paridad, sino que el maldito miedo a perder y a las consecuencias de una caída “amarra” a los protagonistas. Aunque cabe aclarar que, en todos los casos, existen excepciones.

El América contra Cruz Azul es el más parecido a uno de aquellos encuentros de antaño. La posibilidad de que La Máquina acabe con la hegemonía americanista, sobre todo en la Liguilla, le agrega algo especial a los partidos.

Además, ambos equipos suelen salir a buscar la portería rival y, aunque haya pocos goles, se viven partidos con ritmo, llegadas y ese dramatismo que tanto bien le hace al futbol.

Todo esto viene a cuento por los tres Clásicos que disputarán las Águilas y el Rebaño Sagrado en marzo. Uno será por la Liga y los otros dos —a eliminación directa— por la Champions Cup de la Concacaf. Y ese juego está tan deprimido como el Guadalajara. ¿No les parece llamativo que, con todos los ingredientes que los rodean, casi ni se hable de lo que viene? Es doloroso, pero cierto. En México, se buscan clásicos.

Adendum. “Sergio Ramos se va a morir de la risa en México”, me escribió Knut, y creo que tiene razón.

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