El futbol en México, y sospecho que en toda Latinoamérica, se reduce a una cuestión muy simple: El derrotado siempre culpará al árbitro.

Hoy, los fanáticos del Cruz Azul se desgarran las vestiduras porque, previo al penalti que cometió Rodolfo Rotondi (otra vez), había dos americanistas en campo rival previo al saque desde el medio. Esos mismos aficionados no dijeron ni pío cuando el primer gol de su equipo contra Tijuana viene precedido de un cobro con la pelota en movimiento. Ambos, detallitos, pero juzgados de distintas maneras.

Confieso que estas líneas se escribieron antes de que la Comisión de Árbitros publique el video en el que explican dicha acción (si es que lo hicieron). Infiero que esa situación debió revisarse, pero no tengo la certeza.

Lo único cierto es que el América está en la final por tercer torneo consecutivo y eso, de ninguna manera, se le puede achacar al arbitraje. El América, sin parecerse aún al del semestre anterior, fue más certero que el mejor equipo del torneo.

Con el duelo 0-2, todo parecía definido, pero La Máquina descontó al 68’ y el momento anímico pasó a ser suyo. Sin embargo, el América respondió cuatro minutos después y, con el gol de Ramón Juárez, la eliminatoria parecía liquidada.

A partir de ahí, el América coqueteó —peligrosamente— con la cruzazuleada en tonalidad amarilla.

De manera imperdonable, perdieron dos goles de ventaja y estaban fuera. Pero algo pasa siempre en los América-Cruz Azul y los de André Jardine respondieron de inmediato.

Hoy, todo es culpa del arbitraje. Pero no tendrían que preguntarse en La Noria ¿cómo es posible que dos veces el rival anotara, prácticamente, al instante de que ellos la habían metido? Un mea culpa de los futbolistas sería mucho pedir. Siempre será más fácil señalar al silbante, que reconocer los propios errores. Rotondi, por ejemplo, perdió una pelota cuando su arquero estaba en mediocampo, que terminó en gol, y cometió un penalti por imprudente.

Ojo, tampoco se trata de caerle a Rotondi, quien tuvo un torneo espectacular. Se trata de entender que el futbol es un juego de oposición directa, en el que cada futbolista está buscando forzar la pifia del rival.

Lo más sencillo siempre será culpar a los árbitros y a los entrenadores; profundizar, siempre será más complicado.

Pero nadie repara en que el Cruz Azul del récord jamás recibió cuatro goles en todo el semestre, aunque los admitió en la semifinal. Ni tampoco se dedica un instante a tratar de entender cómo es posible que a un cuadro que recibió sólo 12 goles en 17 partidos, le metieran siete en la Liguilla. ¿Cruz Azul quedó fuera por culpa de Adonai Escobedo o por méritos propios?

Adendum. Knut se quedó sin datos desde el domingo.


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