Esta película ya la vimos muchas veces. Que la Selección Azteca nos regale este tipo de actuaciones, que rozan el papelón, contra equipos de tercer orden, no debe sorprender a nadie. Ganarle a equipos como República Dominicana sufriendo, sucede; al menos, desde que su servidor tiene uso de razón. Son décadas de ver siempre lo mismo: Un conjunto soberbio que menosprecia a los centroamericanos y caribeños, y que camina sobre la cornisa del ridículo sin siquiera sonrojarse.
Ahora fueron los dominicanos, pero ejemplos sobran y no hay espacio para enumerarlos todos. Total, al final, casi siempre se consigue el objetivo. Ya sea en Copa Oro o en eliminatoria, estos deslices se pierden en el imaginario colectivo porque se gana el torneo (cosa que no da para emocionarse mucho) o se consigue el boleto al Mundial y ni quién recuerde que el equipo terminó replegado y pidiendo la hora, como el sábado.
Algo que servía para olvidar este tipo de actuaciones era que “contra los grandes, México se crece” (generalmente se perdía, pero se competía gallardamente). El gran problema es que, desde 2022, eso quedó en el olvido. En ese Mundial no se superó la fase de grupos. Diego Cocca no pudo con la Liga de Naciones. Después, el bienamado Jaime Lozano ganó la Copa Oro y todo estaba resuelto. Penosamente, un año después hubo Copa América y ahí la realidad nos puso en nuestro lugar... Adiós Jimmy.
Lo sucedido en el verano de 2024 deja en claro cuál es el nivel competitivo de este equipo. El cuadro mexicano se quedó en la fase de grupos, en un sector integrado por Ecuador, Venezuela y Jamaica. En el papel, sólo los primeros son más hoy que los nuestros (van segundos en la eliminatoria de la Conmebol), pero en la práctica pasó lo que todos sabemos y quedó claro que nuestro futbol va en declive.
¿Es grave que México haya sufrido ante República Dominicana? No. Pero sí es preocupante que, en la Selección Nacional, no tengan claro que el horno no está como para bollos y que, ante rivales tan menores, hay que salir a demostrar las diferencias, jugar a tope todos los partidos, no quitar el pie del acelerador y olvidarse de excusas.
Los grandes equipos no se tientan el corazón. Y, en la Concacaf, México debería dejar bastante clara su supremacía y no regalar prestigio a lo tonto.
Falta menos de un año para el Mundial y, si algo salta a la vista, es que muchos de nuestros seleccionados no están a la altura de las circunstancias. Los inmiscuidos (jugadores, cuerpo técnico y directivos) no se dan cuenta de la realidad y así seguiremos protagonizando el cuento de nunca acabar.
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