En las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado, la Revolución cubana fue una inspiración para varias generaciones de jóvenes en América Latina, pero poco a poco la revolución que prometió libertades y prosperidad a su pueblo se pervirtió, adoptó el marxismo-leninismo e instauró una dictadura sobre el proletariado.
Hoy, a 66 años de distancia, el pueblo cubano vive en un entorno de hambre y represión. Tras la caída de la URSS y sin el sostén del bloque socialista, el fracaso de su economía se hizo evidente, la pobreza se generalizó, pero no para la cúpula dirigente del Partido Comunista de Cuba que vive en la opulencia.
Con una visión anclada en la década de los 70 del siglo pasado, cuando los avances en salud, alfabetización y deporte eran evidentes, López Obrador mantiene la idea de la supremacía moral del régimen cubano, de allí su apoyo irrestricto a la dictadura.
El modelo policiaco cubano incluye a los llamados Comités de Defensa de la Revolución (CDR), que espían a sus vecinos y denuncian cualquier movimiento sospechoso. En México, Morena intenta reproducir los CDR con sus Comités de Defensa de la Cuarta Transformación.
En estos días, la secretaria general de Morena, Carolina Rangel Gracida, acudió a La Habana para firmar un acuerdo con el Partido Comunista de Cuba, cuyo contenido se mantiene en la reserva. Eufórica, Rangel escribió en sus redes sociales: “Cuba es un ejemplo vivo de que otro mundo es posible cuando se pone al ser humano en el centro.”
¿Qué tiene que aprenderle el Movimiento de Regeneración Nacional al Partido Comunista de Cuba? Un modelo de partido único, de miseria, de una nación sin libertades (ni siquiera para salir del país), de medios de comunicación del Estado y de una sola voz.
El alineamiento del gobierno obradorista con la dictadura cubana es no solo un despropósito sino también una torpe provocación para un Trump chiflado. Tras la muerte de Fidel Castro, en 2016, el secretario de Estado y asesor (temporal) de seguridad nacional, Marco Rubio, descendiente de cubanos, dijo que la historia lo recordaría como “un dictador asesino que infligió miseria y sufrimiento a su propio pueblo”; también ha dicho que el pueblo cubano vive “bajo una tiranía criminal marxista”.
Cuando Andrés Manuel decía “al diablo con sus instituciones”, parecía un alarde retórico, pero lo decía en serio. Hoy, la mayoría de las instituciones de la joven democracia mexicana —como lo impuso el régimen castrista en la isla— han sido derruidas o están en la picota. En distintos momentos nos dijo también que se proponía establecer un nuevo orden (la Cuarta Transformación), al tiempo que llamaba a los mexicanos a la pobreza: “si ya tenemos zapatos, ¿para qué más?”
Cada vez parece más claro que para los ideólogos de la 4T la ruta es la de la Revolución cubana. Cuando los obradoristas nos ponen a Cuba como paradigma, más vale que les creamos.
Presidente de GCI. @alfonsozarate