Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, sabio o chorro, pretencioso o estafador. Todo es igual, nada es mejor. Lo mismo un burro que un gran profesor. —Enrique Santos Discépolo. “Cambalache”
El martes de la semana pasada, dirigentes del CCE y de otros organismos empresariales acudieron a la sede de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y ante el ministro presidente, Hugo Aguilar Ortiz, reconocieron el compromiso del alto tribunal con la certeza jurídica y el fortalecimiento del Estado de Derecho, y manifestaron que la nueva Suprema Corte es un pilar fundamental que permite crear un entorno propicio para inversiones nacionales y extranjeras.
A los ministros del acordeón, a los que, envueltos en las esencias del copal, invocaron a Quetzalcóatl, a los que en cada sesión exhiben su precariedad profesional, Francisco Cervantes les entrega a nombre de los empresarios mexicanos un voto de confianza. No importa que los juristas más prestigiados –como el italiano Luigi Ferrajoli– hayan denunciado que la elección mediante voto popular de los jueces destruye la independencia judicial y el Estado de derecho, que la Barra Mexicana de Abogados y las instituciones académicas más serias de México y el extranjero hayan denunciado la manera en que se aprobó la reforma, la elección de jueces a modo y la precaria trayectoria de la mayoría; no importa que la reforma a la Ley de Amparo se traduzca en desamparo ante resoluciones ilegales y arbitrarias de la autoridad. Pero Cervantes tiene razón: el tema de la seguridad jurídica preocupa a los inversionistas pero no a los traficantes de negocios como a los que representa, que siempre caen parados y que son los mismos que presurosos acudieron a Palacio Nacional a desayunar atole con tamales de chipilín.
El Consejo Coordinador Empresarial que alguna vez constituyó un factor de contrapeso ante los excesos del poder, se ha convertido en el equivalente a lo que en otro tiempo fueron los abajo firmantes: un membrete que representa poco, pero que se utiliza para convalidar una maquinación que ha desmantelado las instituciones democráticas.
Francisco Cervantes, un personaje gris y blandengue que trabajó bajo las órdenes del rapaz Arturo Montiel y que alababa a Enrique Peña Nieto (el mismo que encabezó una cofradía que saqueó al país y permanece en la impunidad), más que empresario, es un gestor de contratos para el beneficio propio y de empresarios a quienes poco les importa la defensa de los intereses legítimos del sector productivo o el interés del país. El CCE y Cervantes se declaran, sin asomo de vergüenza, soldados de la 4T.
Posdata. “Hoy existen quienes invocan al pueblo mientras lo silencian, prometen justicia, mientras persiguen; proclaman transformación mientras destruyen; despreciando la lección que el pasado advierte con claridad: cuando la política se convierte en dogma y el líder se elige como encarnación de la historia, lo que sigue es el miedo, no la libertad”. Betty Zanolli. El Sol de México, 27 de julio de 2025.
Presidente de GCI

