En sus orígenes, durante el gobierno del general Lázaro Cárdenas, el Partido Acción Nacional (PAN) se propuso llevar la decencia al gobierno; sus fundadores, abogados demócratas, observaban con preocupación la voracidad de los gobiernos de la post revolución.
El partido tenía sus bases principales en las clases medias conservadoras y católicas, y por décadas cumplió el papel de “oposición leal” (Marisol Loaeza dixit). Su ascenso electoral en la década de los ochenta correspondió al agotamiento del régimen priista, entonces dejó de ser una oposición simbólica para constituirse en una verdadera opción de poder. A partir de entonces fue penetrado por oportunistas: panistas epidérmicos como Vicente Fox.
Hoy el PAN no tiene figuras que reemplacen a los brillantes parlamentarios de otro tiempo como Javier Blanco Sánchez, Abel Vicencio Tovar o Juan José Hinojosa; en 2000, de la mano de “El bato con botas”, como lo llamo Humberto Musacchio, el PAN logró la alternancia. La pareja presidencial —Fox y Martha Sahagún—se extravió en la frivolidad.
La advertencia de don Luis H. Álvarez se convirtió en profecía: “Nunca nos derrotó la derrota, que no nos derrote la victoria”. Al PAN lo derrotó la victoria: no resistió las tentaciones que acompañan al poder. Un ejemplo patético es lo que ocurrió en el llamado “Corredor azul“ cuando Acción Nacional ganaba casi todos los municipios próximos a la capital de la República: Naucalpan, Tlalnepantla, Atizapán, Ecatepec, Tultitlán… los nuevos panistas no resistieron la tentación del arca abierta.
Y hoy, una dirigencia de pigmeos, sobre todo si se les compara con los gigantes de otras épocas: Manuel Gómez Morín, Efraín González Luna, Luis H. Álvarez, Manuel J. Clouthier... anuncia un relanzamiento, pero lo hace desde la precariedad doctrinal, sin haber hecho un serio ejercicio de autocrítica, sin haberle dado voz a sus militantes y simpatizantes y carentes de una propuesta lúcida para este tiempo mexicano. El nuevo logotipo ejemplifica la profundidad del cambio, por cierto, Coca-Cola que algo sabe de mercadotecnia, nunca ha cambiado su logotipo principal. La prevalencia del marketing expresa la crisis profunda de Acción Nacional. Los jóvenes políticos se asesoran por cosmetólogos y antes que ser, prefieren parecer.
Las clases medias mexicanas y particularmente los sectores conservadores que vieron en Acción Nacional a un representante de sus valores, hoy están huérfanos. Salvo las invocaciones a Dios (parecen estar de regreso los “meones de agua bendita” de los que hablaba Adolfo Christlieb Ibarrola) y el propósito de convertirlo en “el partido más abierto de México”, con elecciones primarias, encuestas y voto de la militancia, no hay nada nuevo en el discurso, nada que mueva las emociones de los panistas auténticos que observan que su “relanzamiento” lo mueve a la extrema derecha, nada que convoque a los segmentos decepcionados por la 4T.
El PAN de hoy deja a quienes fueron sus militantes convencidos en la frustración y el desamparo. El viejo partido de “los místicos del voto”, como los llamó don Adolfo Ruiz Cortines, transita del poder a la insignificancia.
Presidente de GCI. @alfonsozarate






