Sin hacer gestos y sin que le temblara la voz, pudo decir las mentiras más absurdas, más ridículas, como que en la construcción del Tren Maya no se derribaría un solo árbol: se talaron alrededor de siete millones; que tenemos un sistema de salud mejor que el de Dinamarca, mientras los enfermos sufrían la falta de medicinas y para conseguir una cita, aun tratándose de operaciones urgentes, había que esperar meses. Dijo, también, que la Refinería Olmeca permitiría incrementar la oferta de gasolina, pero aunque su costo ya supera los 20 mil millones de dólares (contra los ocho mil millones que costaría originalmente), no produce nada, permanece en estado de prueba.
Pudo defender a criminales que extorsionan, secuestran, torturan y asesinan, “porque también son seres humanos”, al tiempo que ordenaba a las fuerzas públicas no enfrentarlos, lo que llevó a un empoderamiento nunca visto de las organizaciones criminales... Pudo proteger y garantizar la impunidad de Ignacio Ovalle en el caso de Segalmex (más de 15 mil millones “extraviados”, cifra muy superior a La Estafa Maestra).
Pudo predicar la austeridad al tiempo que se mudaba a vivir al palacio virreinal y mientras su primogénito vivía en Houston, en una residencia con alberca, salas de juegos y de cine y un Mercedes Benz a la puerta, como reveló Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), por cierto, propiedad de un proveedor de Pemex —en claro conflicto de interés—.
La refinería que no refina, el aeropuerto que (casi) nadie usa, la línea aérea que transporta menos pasajeros que las tripulaciones a bordo o la Megafarmacia que surte unas cuantas recetas por día exhiben la incompetencia y la corrupción de la clase política obradorista. Otro ejemplo: los ingresos del Tren Maya por venta de boletos no alcanzan siquiera para cubrir los salarios de sus 1700 empleados.
Pudo decir para el consumo de su clientela, que separó los intereses económicos de los del gobierno, mientras en la realidad construía una alianza con los más ricos, aceitada con jugosos contratos otorgados por medio de asignaciones directas... Pudo como candidato ofrecer que regresaría a los militares a sus cuarteles, pero una vez como titular del Poder Ejecutivo decidió entregarles grandes cuotas de poder y negocios.
Pero nada de esto importa porque, negando la realidad, sus fieles le creen cualquier cosa que diga, incluso que la tierra es plana y que es el centro del universo.
Frente a los hechos, lo que cuenta políticamente es la percepción de la gente, y su gente cree en verdad que ese personaje con evidentes trastornos (su delirio de grandeza lo lleva a creerse a la altura del cura Hidalgo, de Juárez y Madero) fue el mejor presidente de la historia moderna.
Las pensiones y apoyos sociales han cumplido el papel de opio y contribuyen a explicar una lealtad conseguida con dinero. Pero en esta distorsión que tanto daño le está generando a México, tiene mucho que ver el analfabetismo cívico de la mayoría de los mexicanos, sin el cual el ilusionista solo habría resultado un charlatán.
Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario. @alfonsozarate