Ayer, 21 de mayo, se cumplió otro aniversario del asesinato del presidente Venustiano Carranza, un hecho ominoso que manchó el honor del Ejército. Ante el acoso militar, el presidente había evacuado la Ciudad de México en un intento por establecer su gobierno en Veracruz.
Para tener presente una parte de esos hechos, el pasado 9 de mayo se celebró, en el H. Colegio Militar de Tlalpan, el 105 aniversario de “la columna de la legalidad”. Se trató de una ceremonia para conmemorar la valentía que mostraron los alumnos de la Escuela de Caballería en defensa del presidente, mientras una fracción del Ejército mexicano, la más poderosa, encabezada por el general Álvaro Obregón, se levantaba en armas en contra del presidente legítimo.
Carranza fue el único gobernador que desconoció al usurpador Victoriano Huerta, el que defendió con dignidad la soberanía nacional y el que convocó al Congreso constituyente de Querétaro, que estableció los derechos sociales, pero cometió el error de patrocinar la candidatura presidencial del ingeniero Ignacio Bonillas, embajador en Washington, ignorando que en México todavía no había pasado el tiempo de los generales.
La presidenta Claudia Sheinbaum participó en esa conmemoración. “La lealtad, dijo, es uno de los valores del ser humano… es un baluarte moral, ético”; al margen de resbalones menores en un texto poco cuidado (¿quién le escribe sus discursos a la presidenta?), como lo deja ver la cita a Adolfo de la Huerta como general o referirse al presidente Carranza como el “primer general del ejército constitucionalista”. Carranza rechazó siempre ostentar un grado militar, solo pedía ser reconocido como “primer jefe del Ejército constitucionalista”, la falta mayúscula de ese texto fue rendir homenaje “a las y los soldados, oficiales, de antes y de ahora”, porque “los de antes”, los de 1920 que se rebelaron contra Carranza, fueron golpistas.
Tras el asesinato de Carranza, el Congreso designó a Adolfo de la Huerta como presidente sustituto y en las elecciones triunfó Álvaro Obregón. “El caudillo llegaba a la meta”, escribió el historiador Álvaro Matute.
¿Se vale falsificar la historia para ocultar episodios vergonzosos? La película de Julio Bracho “La sombra del caudillo” (1960), basada en la novela homónima de Martín Luis Guzmán, permaneció enlatada durante 30 años porque según el entonces secretario de la Defensa, Agustín Olachea, denigraba a México y a sus instituciones.
¿No habría sido más digno dejar pasar esa fecha oprobiosa? ¿Cuándo tendremos la madurez para reconocer los fallos de los hombres, como Obregón, a los que queremos presentar sin mácula? ¿Cuándo dejaremos de manipular la historia como herramienta para lavarle la cara al Ejército?
No, los militares no están hechos de otra pasta. Los más son valientes, patriotas y generosos hasta el grado de exponer su vida por salvar la de otros, pero los hay también ambiciosos, corruptos y brutales, baste recordar a los ex gafes que se convirtieron en Los Zetas, el grupo más sanguinario del crimen organizado.
Presidente de GCI. @alfonsozarate