Morena ha conseguido lo que pocos partidos en la historia reciente de México: concentrar en las manos la mayor parte del poder político. Controla el Ejecutivo, domina al Legislativo y ha sometido al Poder Judicial. Sin embargo, esa acumulación de fuerza no se ha traducido en soluciones para los problemas del país; al contrario, los ha agudizado hasta llevarlos a un punto extremo.

La promesa de transformar a México quedó en un eslogan vacío frente a la realidad. El país se ha convertido en un terreno hostil para la inversión: las reglas cambian según la voluntad del oficialismo, lo que genera incertidumbre y miedo entre los inversionistas. Las consecuencias están a la vista: salida de capitales, cancelación de proyectos productivos y cierre de fuentes de empleo. En lugar de generar confianza, el gobierno ha sembrado desconfianza, ahuyentando la posibilidad de crecimiento y desarrollo económico.

En materia de seguridad, la incapacidad ha sido aún más letal. Durante años, el oficialismo solapó la acción de los grupos criminales. Fue necesaria la presión de Estados Unidos para que Morena dejara de mirar hacia otro lado ante la violencia desbordada. El resultado de esa omisión es trágico: miles de mexicanos asesinados o desaparecidos, comunidades enteras sometidas por el crimen y un Estado debilitado que no protege a sus ciudadanos.

La crisis también se extiende a las áreas básicas del bienestar social. La educación pública se encuentra rezagada y con carencias crecientes; la salud atraviesa uno de sus peores momentos, con hospitales sin medicamentos ni equipo; la infraestructura se ha deteriorado por falta de mantenimiento y planeación; la seguridad social, cada vez más frágil, obliga a las familias a endeudarse para atender emergencias médicas.

Morena ya no tiene pretextos. Con todo el poder en las manos, debería entregar resultados palpables. Pero lo único que muestra es incapacidad, ambición y un cinismo desbordado: incapacidad para gobernar, ambición por perpetuarse en el poder y cinismo para justificar sus fracasos culpando al pasado.

En suma, México se encuentra atrapado en un régimen que presume fuerza, pero exhibe debilidad. El país no necesita más poder concentrado, necesita resultados. Y es precisamente lo que Morena no ha sabido —ni querido— dar.

La conclusión es inevitable: Morena prometió esperanza y solo entregó ruinas. Se erigió como la fuerza que salvaría a México y terminó hundiéndolo más; se presentó como la voz de los pobres y los convirtió en sus principales víctimas. Con más poder que nunca y cero resultados, Morena pasará a la historia no como el partido de la transformación, sino como el rostro del retroceso.

Presidente Nacional del PRI

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Comentarios