Señala K. Marx, en El Capital. Crítica de la economía política, que “El trabajo es, en primer lugar, un proceso entre el hombre y la naturaleza, un proceso en que el hombre media, regula y controla su metabolismo con la naturaleza […] Al operar por medio de ese movimiento sobre la naturaleza exterior a él y transformarla, transforma a la vez su propia naturaleza”. Se establece, así, un "intercambio metabólico" con el mundo natural. En otra parte de su reflexión apunta que “Lo que diferencia unas épocas de otras no es lo que se hace, sino cómo, con qué medios de trabajo se hace. Los medios de trabajo no sólo son escalas graduadas que señalan el desarrollo alcanzado por la fuerza de trabajo humana, sino también indicadores de las relaciones sociales bajo las cuales se efectúa ese trabajo”.

Siguiendo esta veta reflexiva, ¿nos preguntamos si se ha modificado el metabolismo del hombre en su relación con la naturaleza en los últimos años? Incluso de manera puntual, ¿con la inteligencia artificial se impacta el metabolismo del hombre? Intentando elaborar una respuesta a los interrogantes, lejos de cualquier postura fijista, el metabolismo del ser humano en relación con la naturaleza ha cambiado significativamente, industrialización, urbanización, avances tecnológicos y cambios culturales mediante.

En lo concerniente a lo que nos llevamos a la boca, la producción masiva de alimentos procesados y el uso de pesticidas han alterado la nutrición humana, afectando el metabolismo con el aumento de enfermedades como la obesidad y la diabetes, que en el caso mexicano son de alto impacto. El trabajo de Jorge Veraza et al, Los peligros de comer en el capitalismo, Itaca, 2007, ilustra desde su observatorio disciplinario múltiple este problema. Señalan los autores que “La primacía de la producción sigue siendo la base fundamental de la lucha contra el capitalismo, pero ya no es posible desconocer que el consumo ha sido el aspecto más vulnerable de esa lucha. Al dominar la alimentación, la sexualidad, la educación, la vivienda, etcétera, el capital se apropia de la ‘producción doméstica’ y determina la reproducción humana”. Ahora hablamos de otra escala en el proceso de control.

Otro aspecto clave es la actividad física decreciente. El historiador Eric Hobsbawm señalaba cómo los traslados en el siglo XIX podían implicar mucho tiempo en los recorridos caminando (horas), cosa ajena a los tiempos que corren -una ironía concluir así el enunciado-. Esta disminución en la actividad física está asociada a la mecanización, la automatización y la proliferación de destacamentos laborales de repartidores, que en su ensamble coadyuvan en la afectación en el gasto calórico y la salud metabólica.

Como parte de los procesos de trabajo, la alteración de los ciclos circadianos están en la escena laboral. La situación es más compleja a partir de los abusos de la luz artificial en la prolongación de las jornadas de trabajo, y el uso constante de dispositivos electrónicos, con sus respectivos impactos en los ritmos biológicos, la alteración del sueño y la regulación hormonal. Planteaba Asa Cristina Laurell (Reestructuración productiva y salud obrera, 1987): “Estas necesidades del capital son contrarias a las del trabajo, ya que está ampliamente comprobado que el trabajo por turnos, y especialmente cuando hay rotación, tiene efectos negativos sobre la salud del trabajador. Esto se muestra principalmente en problemas gastrointestinales, la agudización de problemas nerviosos, insomnio, y una incidencia mayor de accidentes graves; problemas que se relacionan con la perturbación del ciclo fisiológico básico llamado el ciclo circadiano”. Este problema se ha agudizado.

En cuanto a la inteligencia artificial (IA), también podemos hacer anotaciones iniciales de su impacto en el metabolismo humano, tales como la automatización y el sedentarismo, el relieve cotidiano de la digitalización y en una extrapolación del metabolismo en relación con lo social, el peso de la oligarquía tecnológica—concentrada en unas pocas corporaciones como Google, Meta, OpenAI o Amazon—, que está modificando profundamente el metabolismo social al controlar la producción, distribución y consumo de la información.

Y es en este aspecto en el que apreciamos un riesgo no potencial sino de hecho para la democracia. Abramos la escena: un racimo de pocos conglomerados tecnológicos que controlan y dominan los medios de difusión (como decía el colega Enrique Guinsberg, control de los medios, control del hombre), con su correspondiente concentración del poder ideológico, lo que impacta en la democracia de varias maneras, por ejemplo, en el control del discurso público, priorizando determinadas narrativas, silenciando o excluyendo otras. Ilustremos con el caso reciente en The Washington Post. Jeff Bezos, propietario de este importante diario, anuncia que el medio dejará de publicar opiniones contrarias a "las libertades personales y el libre mercado". Un mensaje a modo a Donald Trump, en nado sincronizado con la estrategia de la nueva derecha mundial. Su argumento se apoya en que "Hubo un tiempo en que un periódico, especialmente uno que era un monopolio local, podría haberlo visto como un servicio para llevar a la puerta del lector cada mañana una sección de opinión de base amplia que trataba de cubrir todos los puntos de vista. Hoy en día, Internet hace ese trabajo"

Pero internet no hace esta tarea. Al contrario, es recurrente la manipulación algorítmica, modelando la percepción de la realidad. Es decir, desde una perspectiva crítica, los medios de comunicación no solo informan, sino que producen ideología, contribuyendo intencionalmente en la forma en que las personas entienden y se desenvuelven en el mundo. Y aquí entra la discusión sobre el supuesto “libre albedrío”, y el acondicionamiento algorítmico que diseña experiencias personalizadas, en lugar de permitir una reflexión crítica. Este control del flujo de información, podemos apreciar, crea una "ruptura metabólica" ideológica, donde la construcción del pensamiento social ya no surge de la interacción crítica con la realidad, sino de un consumo dirigido de información.

En aras de contrarrestar este fenómeno se propone lo mismo la promoción de plataformas libres y autónomas, de la alfabetización digital, en principio para conocer cómo operan los algoritmos y la, desde nuestra perspectiva (para nada la de E. Musk o J. Bezos), necesaria regulación de la Inteligencia Artificial, por la tendencia a la monopolización del conocimiento y la degradación de la democracia.

Preocupación permanente pero que se engancha al aniversario de la muerte de Lenin, que enfáticamente señalaba que la clase obrera debería tener sus propios medios de comunicación. A fines de 1900, como regalo de navidad, se publicaba en el primer número de Iskra, o La chispa (el lema era que “una chispa puede encender la llama”). Señala Claudia Ferri, La Izquierda Diario, 08/05/2016, que se trataba de la acción de un hombre pragmático (Lenin), que tenía como objeto “la organización de una nueva generación de cuadros obreros e intelectuales que intervendrían como vanguardia dirigente del Partido Bolchevique en los años siguientes”. Después, por circunstancias propias del cambio social, vendría la experiencia del periódico obrero Pravda (La Verdad), que se convirtió en el organizador colectivo de los bolcheviques en los años previos a la revolución de Octubre). Repensando a Lenin, la necesidad de contar con espacios propios para reflexionar y actuar sobre la realidad.

Como se ha documentado rigurosamente por S.Zuboff y E. Morozov, cada quien por su lado, las corporaciones digitales engrosan las billeteras, controlan a la población, generan escenarios de comportamiento social, al recolectar información personal sin compensación a los usuarios; en el piso de los centros de trabajo, la automatización extrema contribuye materializando en el diseño tecnológico la lógica del capital. Es decir, hay procesos de desposesión de la información de los sujetos y control extremo de la tarea. El capital sigue avanzando en su agenda histórica.

Vale repetirlo: la oligarquía tecnológica privilegia sus negocios, que están vinculados al control social. No tiene que ver nada con el libre albedrío ni con la democracia, sí con el control y con el interés de naturalizar la dominación en todos los campos de la vida social. Creo que la oligarquía digital, encarnada en las corporaciones Google, Meta, OpenAI y Amazon modifica el metabolismo social -sumando todo lo que se enunció líneas arriba-, al controlar la producción, distribución y consumo de la información, imponiendo una perspectiva de "las libertades personales y el libre mercado" (Bezos), en esta fase superior del control del capitalismo. También creo que es necesario ensayar la producción de medios propios, sin las ataduras de las convenciones sociales modeladas y del “libre” mercado. Toda una tarea.

(UAM) alexpinosa@hotmail.com

PS. Solidaridad con Facundo Manes, diputado argentino, agredido física y verbalmente en el Congreso de la Nación por Santiago Caputo y fans furibundos del presidente J. Milei

Alejandro Espinosa Yáñez

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