La ilusión ya no viaja en tranvía, ahora se desplaza en las redes. De manera contundente, señalemos que hablar de hipnocracia, como una fase superior del imperialismo concretado en seducción digital y control invisible, no es un producto de generación espontánea. Se ha venido modelando sistemáticamente. Recordemos a Aldous Huxley, cuando precozmente lo anticipaba con lucidez: "gracias al consumo y la diversión, los esclavos amarán su esclavitud", usos cotidianos de la “soma” mediante (construyamos las analogías pertinentes).

Hoy, en pleno siglo XXI, la sociedad del control ha evolucionado más allá de las estructuras disciplinarias tradicionales. En esta bisagra del poder, ya no es lo dominante -aunque siempre es una tentación- la represión física, sino la modulación de la conciencia colectiva, con toda la violencia simbólica que contiene, un fenómeno ilegible -esa es la intencionalidad- para el ciudadano medio, cada vez más conformado por el discurso de la normalización. Acudamos a M. Foucault para que nos auxilie: en sus premisas de que el lenguaje (cf. La arqueología del saber, 1969), no sólo expresaba conocimiento, sino que lo estructura al mismo tiempo, la normalización se realiza por medio del lenguaje, reconociendo que los saberes y discursos sin distinción se crean y se diseminan con base en condiciones sociales determinadas. Pero en la condición histórica actual, en la era de la inteligencia artificial, la automatización lingüística y la ilusión digital, las palabras no se utilizan para dialogar (de facto se diluyen los diálogos, sobresaliendo los monólogos dirigidos, diagramados), sino para programar subjetividades.

Las redes sociales y los algoritmos no permiten el intercambio real de ideas, sino que bombardean al usuario con una repolitización emocionalizada, señala Ignacio Ramonet (las redes, como nuevo género de bombardero, y el algoritmo como nuevo género de bombas de racimo, afirmamos nosotros): “Lo que domina a las redes es el pensamiento mágico. La verdad es cada vez más emocional y no real. Las redes están hechas para emitir y no para recibir. Existe una repolitización salvaje en un sentido antropológico” (Ramonet).

El fenómeno al que nos referimos, definido por el filósofo hongkonés Jianwei Xun como "hipnocracia", describe un nuevo régimen donde la realidad se reconfigura mediante plataformas digitales, tecnologías hipnóticas y narrativas virales. Sí, se trata del imperio de la hipnocracia. Es el correlato de cómo las sociedades contemporáneas han transitado de la vigilancia panóptica, meticulosamente abordada por Foucault, a un sistema donde la seducción y la distracción son las herramientas fundamentales del control; del golpe al guiño, pues no es el producto de mecanismos dictatoriales visibles manifiestos en tanques y censura, sino de un mecanismo que adormece (esa “soma” de Huxley) el pensamiento crítico y convierte la realidad en un simulacro. Guy Debord y la sociedad del espectáculo revisitados. Recordemos cuando Debord citaba a Feuerbach, en las primeras líneas de su libro: "Y sin duda nuestro tiempo... prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser... lo que es 'sagrado' para él no es sino la ilusión, pero lo que es profano es la verdad. Mejor aún: lo sagrado aumenta a sus ojos a medida que disminuye la verdad y crece la ilusión, hasta el punto de que el colmo de la ilusión es también para él el colmo de lo sagrado".

María Fernanda Zarate Rivera (Hipnocracia, biopolítica y el síntoma en la era de la automatización lingüística) señala que lo lingüístico actúa “como un hipnotizador incesante que no censura, sino que satura, generando una "hipnocracia" donde los límites entre sujeto y máquina se diluyen. Continúa la autora, afirmando que “La automatización lingüística, en este sentido, no es solo una herramienta de optimización, sino un mecanismo de control biopolítico que transforma la subjetividad en un flujo de datos procesados algorítmicamente, optimizando ciertas formas de vida y excluyendo otras”. En un sentido similar, en anterior colaboración, citábamos a Marcos Roitman (De Reagan a Trump: republicanos en la Casa Blanca, La Jornada, 27/11/2024): “sin caer en teorías de la conspiración, en Estados Unidos llevan décadas sometiendo a los ciudadanos a la guerra neocortical. Eliminar la capacidad de pensar hasta provocar la derrota del pensamiento”.

En estas autopistas de las emociones/ilusiones estamos, con un impacto de la inteligencia artificial y la tecnología 5G que amplifica, penetrando cada rincón del orden de lo cotidiano, este fenómeno. Ya no es, como planteaba H. Braverman, el consumo de productos industrializados que desplazaban lo producido en los hogares; recordemos a Feuerbach y Debord, trayéndolos a nuestro presente, en el que el impacto de las plataformas digitales generan un flujo constante de imágenes y mensajes que confunden la realidad con la simulación. La verdad ya no es fáctica, sino emocional. Volviendo a Ramonet, "lo que domina a las redes es el pensamiento mágico", el crecimiento de la ilusión.

En esta nueva configuración del poder, donde están presentes la Sociedad del Espectáculo y, hay evidencias, la erosión del Pensamiento Crítico, la repetición tiene un efecto hipnótico: una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez frases como "Dios me salvó para que América vuelva a ser grande" (después del balazo que dañó la oreja de D. Trump y lo convirtió en un sobreviviente que ha explotado el hecho porque Dios lo salvó para hacer grande, nuevamente -en su lectura particular de la historia-, a América). Es el refuerzo de la ideología, con el antídoto más poderoso: su naturalización. Como lo predijo Guy Debord en la obra citada, la repetimos para aprehender su relieve, "La sociedad del espectáculo", el consumo de imágenes y narrativas prediseñadas reemplaza la experiencia directa de la realidad.

Jianwei Xun hace anotaciones en las que debemos reparar: la manipulación del tiempo y el espacio jugando un papel crucial en la hipnocracia, los hechos y eventos traumáticos constituidos en herramientas de legitimación política y la rehechura de la historia en tiempo real, con sustento en las plataformas digitales (en esto las derechas están trabajando). Valga como ejemplo de esto último lo destacado por The Independent: “El presidente Donald Trump firmó el jueves una orden ejecutiva que apunta a forzar cambios en el Instituto Smithsonian, considerado el complejo museístico, educativo y de investigación más grande del mundo, para restringir la financiación de programas que promueven “narrativas divisivas” e “ideología inapropiada” […] “Los museos en la capital de nuestra Nación deberían ser lugares donde las personas vayan a aprender, no a ser sometidas a adoctrinamiento ideológico o narrativas divisivas que distorsionan nuestra historia compartida” (La Jornada, 29/03/2025).

La hipnocracia no es un fenómeno inevitable, pero hasta el momento ha avanzado en caballo de hacienda. Una tarea para pensar, la advertencia de Xun: "la historia se repite tres veces: primero como tragedia, segundo como farsa y tercero como trance". ¿Podremos encarar organizadamente a “Trump y Musk: Sacerdotes de la Nueva Realidad”, hasta ahora inefables en su aventura de no convencer sino encantar, generar emociones diagramadas para la construcción de apoyos consensualmente subordinados, como producto y obra del régimen de la sociedad adormecida?

(UAM) alexpinosa@hotmail.com

PS. El gobierno de J. Milei ordenó la destrucción de un monumento en homenaje al gran historiador Osvaldo Bayer. Acción maligna que ha generado, bendita ironía, que se busquen sus obras, de ese referente que aún contribuye en el esclarecimiento del pasado/presente.

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