Hace un año, reflexionando sobre el 1 de mayo histórico, recordábamos en estas

páginas las palabras de George Engel (uno de los mártires de Chicago, de origen alemán y anarquista por convicción) al preguntarse “¿En qué consiste mi crimen?”. La respuesta la daba con claridad y énfasis Engel: “en que he trabajado por el establecimiento de un sistema social donde sea imposible que mientras unos amontonan millones, otros caen en la degradación y la miseria”. Remataba Engel, “Así como el agua y el aire son libres para todos, así la tierra y las invenciones de los hombres de ciencias deben ser utilizadas en beneficios de todos”.

El esfuerzo de Engel y sus compañeros (y pensando en las Preguntas de un obrero que lee, de B. Brecht, de los miles de trabajadores que estaban en la plaza y en la lucha ordinaria), su esfuerzo y sacrificio ha dado resultados, no inmediatos, pero se trató de iniciativas y acciones que a fuerza de golpes y movilizaciones lograron la disminución del tiempo de la jornada de trabajo (en esos años de la lucha obrera en Chicago y el mundo de 12 o más horas por jornada) y la modificación parcial y sin pausa de las condiciones materiales de trabajo para destacamentos enteros de obreros y obreras. Pero hay que contarlo todo, siguiendo la narrativa de Engel: el aire y el agua están en disputa.

Ubiquémonos en México, país, como en muchas otras realidades, en el que se aprecia la acción de la privatización del agua en su dimensión de violencia (y los costos): en junio de 2023 fueron asesinados “dos investigadores, defensores del agua y el medio ambiente”, en Tlalmanalco, municipio del Estado de México. Se trató de los crímenes de Álvaro Arvizu Aguiñaga, fundador del Centro para la Sustentabilidad de la Sierra Nevada Incalli Ixcahuicopa (Centli) de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), y Cuauhtémoc Márquez Fernández, investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). A eso se suma el asesinato de Marco Antonio Suástegui (en Guerrero), acribillado recientemente, el 26 de abril, y antes en 2021 su hermano Vicente: “En un comunicado, el Instituto Mexicano para el Desarrollo Comunitario […] informó que con la muerte de Marco Antonio Suástegui Muñoz, son ya 18 los compañeros defensores del Movimiento Mexicano de Afectados por las Presas y en Defensa de los Ríos (MAPDER), asesinados” (Infobae, 2 de mayo 2025). Parafraseando a Engel, ¿en qué consistió su crimen? En este escenario, ¡vaya que luchar por el trabajo y la naturaleza no es cosa sencilla!

Van algunas notas en lo concerniente al mundo del trabajo. Para información de 2024, de acuerdo a datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la tasa de desempleo se ubicó en 2.4%, según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE). Pero esta información sobre el desempleo no da cuenta de las condiciones en que transcurren la vida cotidiana para millones de trabajadores, si consideramos que una parte considerable de la población ocupada se encuentra en condiciones de informalidad (la tasa de informalidad laboral se ubicó en 54.4 por ciento). Así, para contar con información que devele más claramente las condiciones del trabajo en la realidad mexicana, la tasa de condiciones críticas de ocupación (TCCO) en México, permite una lectura más clara. El INEGI define la TCCO “como el porcentaje de personas ocupadas que trabajan en condiciones consideradas críticas. Estas condiciones se identifican como aquellos que trabajan menos de 35 horas a la semana por razones de mercado, los que trabajan más de 35 horas semanales con ingresos

mensuales hasta de un salario mínimo, o los que trabajan más de 48 horas semanales”. Agreguemos a esto que no cuentan con contrato de trabajo -no se alude al contrato colectivo de trabajo, no un contrato individual-, tienen bajos ingresos, la dignidad en el trabajo es prácticamente inexistente, no tienen prestaciones (aguinaldo, seguridad social, prestaciones), y que la vulnerabilidad e inseguridad laboral están a flor de piel. Si hay que evaluar la calidad del trabajo, los trabajadores que están en el paraguas de la TCCO están en condiciones precarias, los más, o en condiciones poco satisfactorias, los menos. Sigamos con la información del INEGI: “La tasa de condiciones críticas de ocupación es un indicador clave para evaluar la calidad del empleo y la situación de los trabajadores en México. Permite identificar aquellos sectores y grupos sociales que más enfrentan dificultades para obtener empleos de calidad y, por tanto, es un factor importante para la formulación de políticas públicas en materia de empleo”.

Considerando a los trabajadores asalariados y los que perciben ingresos, más allá de la formalidad, del pastel gigante de la economía, la mayor parte se queda en manos de los patrones. Así, en 2018, p.ej., del Producto Interno Bruto total un 74% representaba a los dueños del capital, mientras que el trabajo asalariado se quedaba con el 26%. Pobres, inseguros y desiguales, como síntesis. En una revisión somera, en una mirada retrospectiva, en la década de los años cincuenta, el período del "Milagro Mexicano", en la relación capital-trabajo, expresó para los trabajadores mejores ingresos. No así en la década de los años ochenta, en la que destacó una disminución en el crecimiento del PIB y, como correlato, una pérdida en el poder adquisitivo de los salarios. Quizá podemos ilustrar con un bricolage con varios filones, a saber, la ausencia de una política industrial consistente, la desigualdad en la distribución de los ingresos, la amplia brecha entre los sectores concentrados y los trabajadores asalariados en general, así como la brecha de género (el enunciado normativo de a trabajo igual salario igual se estrella en la realidad, pues el hombre gana casi 1.4 veces más que la mujer). Ya encarrerados, destaquemos repitiendo información oficial de que el 20% más rico de la población concentra el 50.5% del ingreso total, en tanto el 20% más pobre solo percibe el 4.8% (en absolutos esto tiene otra representación, que trasluce una distribución marcadamente desigual de la riqueza). Pero si se aprecia por deciles, el decil que representa a los más pobres alude al 2.1% del ingreso corriente total, en tanto el decil donde se representa a los más ricos concentra el 31.5% del ingreso total (es decir, montones de millones para unos pocos, miseria para muchos, Engel dixit). Se oye como fuera de moda, pero esto de las clases sociales sigue presente.

Muchos años después de la epopeya obrera en Chicago, y un día después de un 1 de mayo mexicano -pero atraviesa la realidad mundial-, la agenda de los mártires de Chicago sigue vigente, sin soslayar los procesos de transformación social, las luchas independentistas, la experiencia brutal de Vietnam (que en su aniversario de 50 años nos hace recordar que hubo más bombas que asolaron su territorio que las que se lanzaron durante la segunda guerra mundial), como señalaban los historiadores, entre tantos otros, Eric Hobsbawm y Adolfo Gilly, al referirse al sangriento siglo XX. Las luchas por el agua y el aire forman parte de la agenda contemporánea. Que “la tierra y las invenciones de los hombres de ciencias deben ser utilizadas en beneficios de todos”, es una tarea de todos los días. ¿Cómo no recordar a esos trabajadores necios, empecinados en que otra vida era posible? ¡Cuántas enseñanzas de los que acarrean las piedras y mueven las máquinas!

(UAM) alexpinosa@hotmail.com

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