A Rafael Olea Franco (Colmex), que me extendió “su mano franca” en un momento crucial
Se ha planteado por distintas voces que con J. Milei, presidente de Argentina, así como hace un poco más de cincuenta años fue con S. Allende, en Chile, comienza un nuevo ciclo ligado al neoliberalismo. Se trata de experimentos localizados, periféricos, pero que tienen como tarea irradiar al mundo en general (no es casual, en este sentido, las invitaciones a Milei y a J. Bolsonaro para la toma de protesta de D. Trump en el Capitolio, para que sea un 2025 reconfortante -para las nuevas oligarquías-). David Harvey (2005) señalaba que “el giro neoliberal se encuentra en cierto modo, y en cierta medida, ligado a la restauración o a la reconstrucción del poder de las élites económicas”.
Relacionándole con la anterior colaboración, discutíamos sobre si rompía el capital sus vínculos con el gobierno. Hasta donde estamos, lo que se alcanza a apreciar no son rupturas, sí nuevas configuraciones. Mientras que en el caso de la primera revolución industrial “El gobierno ofreció su apoyo sistemático al comerciante y al manufacturero y determinados incentivos, en absoluto despreciables, para la innovación técnica y el desarrollo de las industrias de base” (Hobsbawm), en la Cuarta Revolución Industrial o Industria 4.0, no juega un papel menor el gobierno, en este proceso de mutación antropológica en el que destacan elementos que deben ser destacados: 1) Conectividad y digitalización, con el uso masivo del Internet de las Cosas, para conectar dispositivos y sistemas en tiempo real; el tsunami de la inteligencia artificial, presente en innumerables actividades; la expansión de redes eficientes y rápidas, con la posibilidad real de la transmisión instantánea de datos; 2) La automatización avanzada -la robotización de la producción y la colaboración humano-máquina para la realización de trabajos concretos-. Vale señalar que este avance técnico ha impactado a destacamentos laborales aumentando el desempleo tecnológico, abriendo horizontes para la emergencia de nuevos saberes profesionales vinculados a la programación, análisis de datos y ciberseguridad, así como a procesos de recalificación laboral. La paradoja es que este aceleramiento en el cambio tecnológico, que eficienta los procesos productivos, no ha propiciado la reducción del tiempo de trabajo humano, del tiempo de trabajo socialmente necesario para realizar actividades específicas: las máquinas hacen lo que los hombres, trabajar, sin que los hombres dejen de trabajar o que disminuyan la intensidad en la tarea; 3) El aliento de tecnologías emergentes, como son la realidad virtual o la realidad aumentada, lo que a su vez incorpora la impresión 3D en procesos productivos; 4) Big Data y análisis predictivo, lo que implica, como han planteado los teóricos del capitalismo de la vigilancia, el uso de grandes volúmenes de datos para tomar decisiones estratégicas en tiempo real, la sustracción de información personal a millones de usuarios y el manejo algorítmico de la información con fines estrechamente ligados a las corporaciones digitales, lo que supone que se trata al mismo tiempo de un dispositivo social de control y de un beneficioso modelo de negocios (plataformas de suscripción o software como servicio).
En una mirada de horizontes, parafraseando a Harvey continúa el “drástico giro” hacia un neoliberalismo -entendiéndole como “un proyecto político para restablecer las condiciones para la acumulación del capital y restaurar el poder de las elites económicas”-, manifiesto en prácticas desregulatorias (los nuevos gendarmes más visibles de esta tarea, E. Musk y F. Sturzenegger), privatizaciones y ausencia del Estado en el campo social (educación, salud, ciencia y tecnología). Pensemos asimismo en el vínculo, como atadura, del neoliberalismo con la Cuarta Revolución Industrial, en lo que planteaba Harvey de que el neoliberalismo “Sostiene que el bien social se maximiza al maximizar el alcance y la frecuencia de las transacciones comerciales y busca atraer toda la acción humana al dominio del mercado. Esto exige tecnologías de creación de información y capacidad de almacenar, transferir, analizar y utilizar enormes bases de datos para guiar la toma de decisiones en el mercado global. De ahí la búsqueda y el intenso interés del neoliberalismo en las tecnologías de la información (lo que ha llevado a algunos a proclamar la emergencia de una nueva clase de ‘sociedad de la información’). Estas tecnologías han comprimido tanto en el espacio como en el tiempo, la creciente densidad de transacciones comerciales”.
En la revisión cíclica de la historia se repite el dogma neoliberal -herencia de M. Thatcher-, de que no existe “eso que se llama sociedad, sino únicamente hombres y mujeres individuales” (“no somos manada”, Milei dixit); cada quien se rasca con sus uñas. Sin embargo, hay una historia de grupos, clases sociales y corporaciones a atender. En la revisión del desenvolvimiento de la economía, y pensando en la desigualdad, en Estados Unidos (cuyo presidente Trump, pues ya está en funciones, quiere anexar Canadá, comprar Groenlandia y cambiar el nombre al Golfo de México), los perceptores de las rentas más altas han visto exponencialmente crecer su participación en la renta nacional. En 1970, los altos directivos, frente a la retribución media de los trabajadores, ganaban 30 veces más, para en el 2000 alcanzar la escalofriante cifra de 500 a 1 veces más (recordemos, con un dejo de ironía, el posicionamiento de Bob Iger, CEO de Disney, en plena huelga de los trabajadores sindicalizados de la industria cinematográfica en 2023, de que las demandas de intérpretes y guionistas eran “no realistas”, eso decía Iger, que al año se llevaba 25 millones de dólares).
Desde la década de 1970 hay una tendencia a la baja en la participación del trabajo en el PIB, en todos los países, especialmente en economías desarrolladas, aunque las diferencias salariales entre los trabajadores de los países centrales y los países más débiles económicamente permanecen. Por el contrario, la participación del capital ha aumentado, lo que se refleja en un mayor porcentaje del ingreso nacional destinado a ganancias empresariales, rentas y dividendos. Actualizando la información, en el Informe de Oxfam de 2023, se señala: “El 1 % más rico ha acaparado casi dos terceras partes de la nueva riqueza generada desde 2020 a nivel global (valorada en 42 billones de dólares), casi el doble que el 99 % restante de la humanidad, revela hoy un nuevo informe de Oxfam. Durante la última década, el 1 % más rico ha capturado alrededor del 50 % de la nueva riqueza”. En otra parte del Informe se señala: “Elon Musk, uno de los hombres más ricos del mundo, pagó un ‘tipo impositivo real’ de alrededor del 3 % entre 2014 y 2018. Sin embargo, Aber Christine, vendedora de harina de Uganda, paga en impuestos el 40 % de lo que logra facturar, ganando apenas 80 dólares al mes”. Anota Harvey, al revisar la película completa, que “El papel del Estado es crear y preservar el marco institucional apropiado para el desarrollo de estas prácticas”.
Este acaparamiento de la riqueza no se puede entender desvinculándola de la capacidad de dominación. Por eso, para documentar el optimismo sobre los efectos de esta Cuarta Revolución Industrial, cito al sugerente antropólogo italiano Franco “Bifo” Berardi, cuando alude a la mutación cognitiva: “la imaginación que se está formando es la de la mente que está atravesando la experiencia de una mutación cognitiva profunda […] Desde hace un millón de años los humanos han aprendido las palabras por la voz de su madre. Hoy hay una generación que ha aprendido más palabras por la máquina, que por la voz de un ser humano”.
(Profesor UAM) alexpinosa@hotmail.com