En el desesperado intento por evitar que las salas de cine mueran ante la tiranía del streaming, el cine se ha valido de todo: pantallas gigantes como las IMAX, cine en tercera dimensión, asientos que te zangolotean al ritmo de la acción, instalaciones de lujo con comida que se entrega directo en tu butaca y hasta salas de cine con camas para que, en pareja y acurrucados, vean la película.
Todo con tal de hacer del cine una experiencia irrepetible que solo puede vivirse en la sala oscura.
Con su ópera prima, Together (Australia, USA, 2025), el cineasta norteamericano Michael Shanks demuestra que (por si acaso había que demostrarlo) no se necesitan todos esos trucos para hacer del cine una experiencia inolvidable.
Solo basta ver las reacciones del público a su más reciente cinta: risas, gritos, saltos de asombro y miradas que se alejan de la pantalla ante el inesperado horror de lo que ahí se proyecta. Todo sucede gracias a un guion inteligente (escrito por el mismo director), una cámara que busca siempre el encuadre fuera de lo común (a cargo del cinefotógrafo Germain McMicking) y la innegable química de la pareja protagónica -Alison Brie y James Franco- quienes (vengo enterándome apenas) son marido y mujer en la vida real.
En Together, Millie (Alison Brie) es una profesora de escuela mientras que su esposo, el vaquetón Tim (James Franco), es un desempleado aspirante a músico. Milie ha conseguido un mejor trabajo, pero es fuera de la ciudad, lo cual afecta los planes de Tim. Pero Millie manda, en más de un sentido, así que la pareja se muda a una enorme casa en medio del bosque.
La mudanza crea un cisma en la pareja, ¿por qué están juntos realmente?, ¿lo suyo es amor o codependencia?
Una tarde de caminata, la pareja se pierde en una extraña cueva (una de muchas referencias platónicas por venir) donde se ven forzados no sólo a pasar la noche sino a beber el agua del lugar. Luego de escapar, Milie y Tim empiezan a experimentar una rara conexión, sus cuerpos pareciera que no pueden resistir el impulso de unirse, en el sentido más literal de la frase.
Hasta aquí la historia, pero si han visto los avances de la película sabrán que esta “conexión” rebasa lo romántico. El guion -escrito por el propio director- no es sino una estupenda metáfora sobre el horror que son las relaciones. Shanks lleva a terrenos propios del cine de Cronenberg y de cintas de terror como El Exorcista (Friedkin, 1973) y The Thing (Carpenter, 1982) frases como “eres mi media mitad”, “no puedo vivir sin ti” o “tu me completas”.
La enferma literalidad del guion de Shanks lleva incluso los fraseos típicos de la ruptura - “necesitamos hacernos de un espacio”- a un lugar oscuro que abraza absolutamente al horror corporal, género que es el corazón de esta película.
Pero el horror no es lo único que hace latir fuertemente a esta cinta: Brie y Franco saben llevar todas sus escenas al límite entre lo delirante, el humor negro y la sátira. Caminar siempre en la línea del absurdo sin sumergirse totalmente en él es el mayor logro de esta cinta.
El horror máximo viene al final, cuando se camina rumbo a casa, pero la película ya sembró en nuestra cabeza las dudas más horrendas: ¿mi relación es como la de ellos?, ¿no salimos a ningún lado si no es juntos?, ¿no hacemos planes que no incluyan a los dos?, ¿esto es sano? Y la peor: ¿necesitaré una sierra para poder separarme del otro y al fin vivir una relación que no sea tóxica?
Preguntas, muchas preguntas cuya respuesta no nos dejará dormir.