A lo largo de los años se ha repetido hasta el hartazgo una narrativa machista, la cual se trata de la mujer en el refrigerador, término acuñado por la guionista e historietista estadounidense Gail Simone, que define cómo la tendencia ficcional que involucra a personajes femeninos que enfrentan daños desproporcionados; tales como muertes, mutilación, agresiones o asesinatos con el único propósito de servir como pretexto de arco argumental para motivar a la acción a los personajes masculinos. Hay que recordar que, el que esté normalizado no significa que esté bien, y que, por tanto, se tenga que seguir perpetuando.
El 10 de abril se estrenó en cines “la prometedora” cinta de acción basada en la novela homónima de Robert Little, El Amateur (James Hawes), protagonizada por Rami Malek (Mr. Robot, Queen) y Laurence Fishburne (Matrix).
La trama es simple: Charlie, un decodificador de la CIA lleva una vida de aparente quietud hasta que su esposa Sarah (Rachel Brosnahan) es víctima de un ataque terrorista, por lo que Charlie no duda en cobrar “venganza a mano propia” una vez que sus jefes se niegan a tomar cartas en el asunto, en consecuencia, va en busca de entrenamiento para ejecutar sus planes.
Sí bien es cierto que la trama se desarrolla con fluidez, no trae ninguna novedad más que entretener al espectador y atiborrarlos de un cliché tras otro.
Empezando por la muerte de su esposa que provoca en él una necesidad voraz por vengarse de los terroristas rusos que le arrebataron la vida a su amada. ¿Cuál es la necedad imperante de matar a las mujeres con tal de dejar cómo un “héroe” al protagonista? Otro cliché es arrebatarle la vida a cientos de personas inocentes con tal de que los “buenos” triunfen. —Esta fórmula se repite en las películas de superhéroes, en donde no importa la cantidad de transeúntes muertos o edificios destruidos con tal de hacer “justicia”. ¿Esos son sus héroes?—. Pues algo similar se reproduce en El Amateur cuando Charlie deja a diestra y siniestra bombas en lugares públicos con tal de salirse con la suya. ¿A él sí se le perdona que se haya convertido en un homicida por qué lo hace por un bien personal? —o, por mejor decir, un bien egoísta—.
Un cliché más —mejor dicho, propaganda— “dejar bien parado” al ciudadano estadounidense y como malos, asesinos y terroristas a los rusos. En la película este cliché cae en el cinismo más absurdo cuando en la escena que resulta ser el clímax, momento en el que Charlie se encuentra en el momento idóneo para tomar venganza, lo hace de la manera más justa, “de la forma correcta”, con todo el peso de la ley de su lado.
¿Y las represalias para él? ¿O siquiera el remordimiento de conciencia de tener varios muertos en su haber? No hay. No existe. Charlie sale pulcro de todo el desastre, pilotando una avioneta que su esposa le obsequió en el pasado.
El Amateur pretende, a través de flashbacks de los momentos más románticos con su difunta esposa, que el espectador sienta empatía por Charlie. ¿En verdad lo logra o es el resultado de puro efectismo barato? ¿En verdad él es el bueno? Y sí lo es ¿A costa de cuántas vidas? ¿Las justificaciones por la búsqueda de una vindicación alcanzan cuando el que más daño puede llegar a provocar es el “bueno” de la historia?
Ojo Verité, reseñista, analista y crítica cinematográfica. Gestora cultural. @ojo_verite_