Me permito compartir una parte de la conferencia que dictaré hoy viernes 15 de agosto de 2025 en el marco del diplomado Prevención de las violencias, la criminalidad y las adicciones del Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Seguridad Ciudadana, en coordinación con el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México. El Seminario Universitario se inscribe en la Secretaría de Desarrollo Institucional del Alma Mater.
Coordinan el diplomado los doctores Patricia González y Pedro Isnardo de la Cruz, quienes poseen una amplia experiencia en temas de prevención y sesgos y un reconocimiento a sus avances, que ya arrojan varios ciclos del diplomado y un par de publicaciones.
Mi conferencia liga los sesgos lingüísticos y cognitivos con las actividades económicas y después vincula las actividades económicas con una posible solución, bien que tal vez no tan a corto plazo, de la tragedia vivida actualmente en Gaza y otras partes del planeta.
Un sesgo lingüístico deja definirse de modo breve y práctico como una aseveración en la que el hablante falta parcial o totalmente a la verdad con el propósito más o menos oculto de disminuir el ánimo del oyente y de colocarse por encima de éste, en una posición de poder.
“Esa gente no existe”, asegura el cacique Pedro Páramo cuando se le acerca su siervo Fulgor Sedano para decirle que Miguelito Páramo mató a un hombre y que la viuda está inconsolable y que no se conforma con una “compensación” en dinero o en especie.
“Esa gente no existe”: aquí se pasa de la palabra a la violencia a partir de una aseveración sesgada.
La palabra, de hecho, en estos casos, es a la vez un acto de violencia verbal y un paso para la violencia física.
Fulgor Sedano lleva sobre sí el peso de la administración de los bienes de Pedro. Miguel, hijo y heredero del cacique, no hace otra cosa que divertirse y, ocasionalmente, matar por gusto. Ahora bien, las personas argumentamos para tomar decisiones. Y tomamos decisiones para salir adelante. La paradoja intrínseca de Pedro Páramo consiste en que es un hombre exitoso, pese a que son falaces todas las premisas o argumentaciones básicas para su vida amorosa y para su vida laboral. Al final se derrumbará porque la paradoja o más bien las contradicciones no se sostendrán más, y él morirá completamente solo. Veamos el pasaje donde aparece la frase:
Fulgor Sedano sintió el olor de la tierra y se asomó a ver cómo la lluvia desfloraba los surcos. Sus ojos pequeños se alegraron, dio hasta tres bocanadas de aquel sabor y sonrió hasta enseñar los dientes.
“¡Vaya! –dijo–. Otro buen año se nos echa encima.” Y añadió: “Ven, agüita, ven. ¡Déjate caer hasta que te canses! Después córrete para allá. Acuérdate que hemos abierto para la labor toda la tierra, nomás para que te des gusto.”
Y soltó la risa.
[…].
La puerta grande de la Media Luna rechinó al abrirse, remojada por la brisa. Fueron saliendo primero dos, luego otros dos, después otros dos y así hasta doscientos hombres a caballo que se desparramaron por los campos lluviosos:
––Hay que aventar el ganado de En medio más allá de lo que fue Estagua y el de Estagua córranlo para los cerros de Vilmayo –les iba ordenando Fulgor Sedano conforme salían–. ¡Y apriétenle, que se nos vienen encima las aguas!
Lo dijo tantas veces, que ya los últimos sólo oyeron: “De aquí para allá y de allá para más allá.”
[…]
Mientras tanto, Fulgor Sedano se fue hasta las trojes a revisar la altura del maíz. Le preocupaba la merma porque aún tardaría la cosecha. A decir verdad, apenas si se había sembrado. “Quiero ver si nos alcanza.” Luego añadió: “¡Ese muchacho! Igualito a su padre, pero comenzó demasiado pronto. […]
[…] Al menos don Pedro es más consecuente con uno y tiene sus ratos de calma. Ayer le comuniqué lo que había hecho su hijo y me respondió: “Hazte a la idea de que fui yo, Fulgor; él es incapaz de hacer eso: no tiene todavía fuerza para matar a nadie. Para eso se necesita tener los riñones de este tamaño.” Puso sus manos así, como si midiera una calabaza. “La culpa de todo lo que él haga échamela a mí.”
[…]
––Será lo que usted diga, don Pedro; pero esa mujer que vino ayer a llorar aquí, alegando que el hijo de usted le había matado a su marido, estaba de a tiro desconsolada. Yo sé medir el desconsuelo, don Pedro. Y esa mujer lo cargaba por kilos. Le ofrecí cincuenta hectolitros de maíz para que se olvidara del asunto; pero no los quiso. Entonces le prometí que corregiríamos el daño de algún modo. No se conformó.
––¿De quién se trata?
––Es gente que no conozco.
––No tienes pues por qué preocuparte, Fulgor. Esa gente no existe.
Llegó a las trojes y sintió el calor del maíz. Tomó en sus manos un puñado para ver si no lo había alcanzado el gorgojo. Midió la altura: “Rendirá –dijo–. En cuanto crezca el pasto ya no vamos a requerir darle maíz al ganado. Hay de sobra.”
De regreso miró el cielo lleno de nubes: “Tendremos agua para un buen rato.” Y se olvidó de todo lo demás.
Rulfo ha situado la aseveración de Pedro Páramo en un ambiente económico. Me permitiré aquí una afirmación muy fuerte, que no veo en los análisis de sesgos y que sí veo en la agudísima y genial novela del jalisciense. Me refiero a un posible vínculo entre la división del trabajo y el sesgo lingüístico. Resulta que el pasaje sintetiza brillante y sutilmente los dos polos más comunes de la vida económica: la abundancia y la escasez. En este caso, se trata de la previsión de abundancia (“agüita”) y de la previsión de escasez (“merma”). Y ambas previsiones no únicamente son muy comunes en el cálculo económico, sino que casi son la esencia misma de tal cálculo y hasta de las actividades económicas aquí y allá, ayer y hoy.
¿Hay entonces un vínculo entre sesgos lingüísticos y estructuras económicas? Lo hay.
Lo que vemos en Palestina, así como en diversos puntos de África, es vestigio de viejas condiciones económicas o más bien de no–condiciones–económicas, pues lo que falta allí son justamente esas actividades productivas que se despliegan normalmente en casi todas partes. Los sesgos son causas de violencias, sí, pero a su vez serían frutos o efectos de situaciones no resueltas en las relaciones empresariales, comerciales, financieras y de otros servicios.
Concluiré en la próxima entrega.