Uno de los factores que pueden marcar la diferencia entre los gobiernos de la autollamada 4T y los anteriores es la política social y salarial. Si en algo se pueden fundamentar las diferencias entre el neoliberalismo y el actual “humanismo mexicano” es en el bienestar social. Un instrumento de análisis que posibilita la comparación es la Encuesta de Ingreso y Gasto de los Hogares (2024), ENIGH, que dio a conocer el Inegi el pasado 30 de julio.
Ahora que desapareció la institución que analizaba la política social, el Coneval, hay que retomar los análisis independientes como el que hace el Instituto de Estudios sobre la Desigualdad (Indesig). Este trabajo lo hizo el especialista Máximo Ernesto Jaramillo. En este estudio se pueden plantear dos dimensiones comparativas, una es entre los tipos de régimen, es decir, lo que pasaba con los programas de transferencias monetarias condicionadas, como las que se implementaban con los programas de Progresa y Oportunidades y la actual política social de la 4T; la otra comparación es dentro del sexenio de AMLO.
Diversos países muestran que para salir de la pobreza no bastan los programas sociales, sino que tiene que cambiar el trabajo y el salario. Sin duda, en México tuvimos la experiencia de tener 20 años con una política de programas sociales de transferencias que no cambiaron las condiciones de pobreza y solo mantuvieron en los mismos porcentajes a estos grupos sociales. No se disminuyó el número de pobres, por eso se decía que la pobreza se administraba. Al mismo tiempo, la política salarial se mantuvo con un enorme castigo, sobre todo el salario mínimo que no creció durante las tres décadas y media del llamado neoliberalismo. No hay espacio aquí para desarrollar los argumentos que supuestamente conectaban el incremento salarial con un incremento inflacionario, lo cual se demostró como falso en el sexenio pasado.
De acuerdo con información del Inegi, la tasa de pobreza bajó de un 43.9% en 2020 a un 36.3% en 2022. El motor de esta caída fue el aumento del salario mínimo, el cual creció de 88 a 249 pesos diarios a lo largo del sexenio pasado, y en la frontera norte llegó hasta 375 pesos diarios en 2024. Durante todo el sexenio pasado los incrementos se mantuvieron en porcentajes mucho más altos que la inflación, entre 15 y 20% Con estos datos el Banco Mundial estableció que unos 8.8 millones de personas salieron de la pobreza. Sin duda, un logro muy relevante.
Por otra parte, el análisis de Jaramillo muestra tres grandes críticas a la actual política social según la ENIGH 2024: una menor cobertura, transferencias menos progresivas y concentración en un solo programa (Pensión para Adultos Mayores). Esto se traduce en problemas que se deberían revisar: por ejemplo, hoy un 53% de los hogares más pobres han sido beneficiarios de los programas sociales, mientras que en 2016 el porcentaje llegó hasta un 78% con el programa Prospera. La cobertura afecta a los deciles con menor ingreso y beneficia a los de mayores ingresos; también se expresa por estados, donde la desigualdad del país se mantiene entre las regiones más ricas y prósperas (Nuevo León, Baja California, CDMX, el Bajío) y las más pobres (Oaxaca, Chiapas, Guerrero).
El análisis de Jaramillo muestra que hay un gasto en programas sociales mayor, pero una distribución menos progresiva, mal distribuida. La bolsa total de dinero transferido por los programas sociales “casi se triplicó frente a 2018”, pero antes había una mejor redistribución en los grupos más pobres. En general hay poco dinero para programas sociales respeto al presupuesto general, con la excepción de la Pensión para Adultos Mayores, que representa un impacto de 83 de cada 100 pesos.
Un cambio de la política social tendría que pensar en una estrategia que articule el empleo, el ingreso y los programas sociales. El Indesig hace una serie de recomendaciones: como mantener la Pensión para Adultos Mayores y atender la falta de progresividad. Señala dos temas muy importantes que se deberían tomar en cuenta para un nuevo modelo de política social: “construir un Ingreso Básico Universal” y hacer una reforma fiscal progresiva. Quizá, con esos cambios sí podría darse una diferencia entre la 4T y el neoliberalismo…
Investigador del CIESAS. @AzizNassif