Hay procesos electorales que se desarrollan dentro de la normalidad a pesar de que se pueden ganar o perder por un porcentaje mínimo de votos. En cambio, hay otros comicios que redefinen de forma importante el futuro inmediato, porque pueden construir o destruir un país. En Estados Unidos la normalidad electoral se refería a una serie de reglas importantes que formaban parte de la civilidad democrática: como aceptar la derrota o reconocer a tu contrincante como adversario y no como enemigo. Hoy, en el duelo de Biden contra Trump, esas reglas están fracturadas y el clima político se define por una aguda polarización social.
En las elecciones anteriores, cuando Trump perdió la reelección (noviembre de 2020), se dijo víctima de un fraude y no reconoció su derrota. Lo que sí hizo fue un intento de golpe al Capitolio para que no se pudiera declarar a Joe Biden como ganador. Aquel 6 de enero de 2021 pasará a la historia como un hecho extraordinario. Antes de ese acto Trump fue electo (noviembre de 2016) a pesar de haber sido acusado de cometer varios delitos; ahora en 2024 sería electo con un abultado historial que se compone de 91 delitos, entre ellos el de golpista.
En los meses pasados se realizaron elecciones primarias dentro de cada uno de los dos grandes partidos de Estados Unidos, lo cual dejó prácticamente lista la boleta para el próximo 5 de noviembre. La contundencia con la que Trump ganó a sus contrincantes republicanos le dio al expresidente un impulso en estados claves, que definirán el resultado de la elección. Al mismo tiempo, circularon versiones de que Joe Biden tenía problemas derivados de su edad (81 años), como faltas de memoria y equivocaciones en algunos nombres, de que era muy viejo para ser presidente otros cuatro años. Se empezó a calcular que el regreso de Trump a la Casa Blanca era bastante probable, según algunas encuestas.
Sin embargo, los tiempos de la campaña no han iniciado formalmente, las convenciones partidistas, donde se definen las candidaturas, serán dentro de varios meses, lo republicanos en Milwaukee (15-18 de julio) y los demócratas en Chicago (19-22 de agosto). En estos días también han pasado varios acontecimientos que pueden empezar a mover las intenciones de voto, por lo que la elección del 5 de noviembre está lejos de estar resuelta.
Del lado demócrata, hace un par de semanas vimos al presidente Biden pronunciar un discurso sobre el estado de la nación, que fue leído en clave electoral como su plataforma de lanzamiento para la reelección. El tono, los énfasis, la agenda y las promesas para otro periodo en la Casa Blanca fueron importantes. Joe Biden quedó muy lejos de la imagen del viejo con fallas de memoria. Se ha valorado como uno de sus mejores discursos políticos. El planteamiento fue la defensa de la democracia y la libertad, de sus enemigos internos y externos. Trató los temas importantes con posiciones definidas: ayuda a Ucrania, apoyo a la OTAN; los derechos, como el aborto; la crisis de la pandemia y una mejor seguridad social; una política fiscal más progresiva; dijo “no voy a demonizar a los inmigrantes”; ofreció subir el salario y atender la crisis climática; apoyar la paz en Gaza e impulsar la política de los dos estados; combatir la violencia de las armas, etc. Tal vez, la parte más complicada fue el amplio apoyo a Israel. Sin duda, Biden está listo para dar la batalla electoral.
Del lado de Trump se han acumulado los escándalos y el odio, cada día está más radical y sus pronunciamientos son más desastrosos. Realmente se ha convertido en un candidato que representa la mayor amenaza mundial, como dijo la revista The Economist en diciembre pasado. Ve su regreso a la presidencia como una “venganza” y la oportunidad de salir de todos sus líos judiciales; amenazó a la OTAN y contribuyó a detener la ayuda a Ucrania. Dijo que los inmigrantes no son personas y que si pierde las elecciones “habrá un baño de sangre”.
Es una elección extraordinaria, completamente polarizada y con serias amenazas del trumpismo a la democracia en Estados Unidos y a la paz global, además de los retos que representaría para México su segundo periodo presidencial. Tiempos extraordinarios, amenazas graves…