La poeta Wilma Esquivel Pat se sube a una avioneta por primera vez en su vida para mirar la selva que tanto ha defendido, desde las alturas. Recorre el trayecto del Tren Maya junto con el equipo de Greenpeace que documenta desde el aire, a ras de tierra y en el subsuelo, el ecocidio y la belleza, la denuncia y la propuesta, la voz de las comunidades y la de los ecosistemas en riesgo. El nuevo documental de esta organización ambientalista internacional es más que un grito, un llamado. Porque el tren ya se construyó, pero toca la reparación del daño, revivir instituciones ambientales y detener la destrucción y el despojo que siguen su curso a lo largo de la Península de Yucatán.
Voces de la selva maya. Una batalla por la vida documenta que entre 2019 y 2024 se perdieron más de 285 mil hectáreas de selva, un promedio de 196 hectáreas cada día. Junto con Carlos Samayoa, de Greenpeace, Wilma mira desde la ventanilla de la avioneta las maravillas de la región, pero también la fragmentación de su selva, las “postales del fin del mundo” que dejan los incendios provocados por la ambición sin límites, la deforestación y la sequía, las consecuencias del cambio climático y las de un modelo de desarrollo impuesto para el que no fueron consultadas las comunidades, los mega desarrollos inmobiliarios y los destinados al turismo masivo, las granjas porcícolas que ensucian las aguas (con desechos de 50 mil cerdos), los cenotes que eran cristalinos y ahora lucen contaminados, las cuevas y los ríos subterráneos más grandes del mundo en riesgo, el desplazamiento forzado de especies como el jaguar…
La escuchamos: “(…) las soluciones están en nuestra memoria. Y están en nuestras formas de vida, como nos relacionamos con la tierra, con la milpa, la forma en que nos curamos, la forma en que vivimos nuestras espiritualidades en el territorio (…) Si nosotros perdemos esa relación con la tierra, también nuestra cultura se pierde. Uno de los errores más grandes que han cometido en nombre del desarrollo y el progreso, es siempre decidir por nosotros y nosotras.”
Wilma nació en Chetumal, es poeta, bióloga y tallerista. Su voz acompaña el recorrido por toda la Riviera Maya, pero el documental también recoge testimonios de representantes de colectivos y comunidades defensoras del territorio y el medio ambiente, como Araceli Domínguez, del grupo Gema del Mayab, o el campechano Oziel Pech; habitantes y luchadores de Ixil y de Sitilpech, Yucatán; abogados, antropólogas, científicos, investigadores, activistas como José Urbina, “Pepe Tiburón”, de Sélvame del Tren, y muchas voces más.
No es el Tren Maya aislado, es la reconfiguración del sureste mexicano (350 mil hectáreas de uso colectivo, privatizadas), la folclorización de la cultura, el impacto social y ecológico de un modelo que no corresponde a la crisis climática ni a las necesidades de la gente, la explotación de migrantes, la venta de la naturaleza, la militarización de la región (SEDENA convertida en empresa turística), la extinción de especies, la injusticia, la represión a la protesta, la impunidad y el racismo, la complicidad de autoridades.
Vi el documental en una premier en el Museo de Memoria y Tolerancia. Greenpeace inicia con proyecciones presenciales, por ahora, la campaña “¡México, al grito de selva!” para invitar a la sociedad a sumarse a la defensa de un paraíso que es agua y vida. Porque es posible un desarrollo distinto, un turismo responsable… Y “recuperar el lenguaje de la vida”, como propone Wilma al descender de la avioneta.
adriana.neneka@gmail.com