A bordo de cuatro aviones A350 aterrizaron en Madrid, para presentarse reunidas por primera vez, reinas, deidades, sacerdotisas, guerreras, campesinas, artesanas, madres, abuelas, niñas y jóvenes originarias de 25 regiones de México. Para Iberia, la línea aérea que las trasladó, la principal pasajera fue la Reina Roja, es decir, Tz’akab’ Ahaw, La Señora de Innumerables Linajes de Palenque. Llegó al Museo Thyssen-Bornemisza con máscara de malaquita, pectoral de piedras preciosas, pulseras de jade en muñecas y pies y toda su ofrenda funeraria. Subió al segundo piso, entró a la Sala 11 y les dijo a Tizianno, Tintoretto, Bassano y El Greco: “Con permiso”, para tomar su lugar hasta marzo de 2026.

En el vestíbulo del Thyssen se ve la gran pantalla electrónica que anuncia muestras temporales. Una reúne a Picasso con Klee; otra, a Pollock con Warhol, y entre ellas aparece la Reina Roja maya. La suya es una de las cuatro exposiciones que conforman La mitad del mundo. La mujer en el México indígena, con las que nuestro país y España inician un nuevo acercamiento.

Así, convocadas por la curadora mexicana Karina Romero Blanco, van ocupando su lugar 435 piezas custodiadas por el INAH. En La Casa de México en España se exhibe El ámbito divino. Da la bienvenida una Coaticlue bañada de luz. E inicia el recorrido que hace hincapié en la dualidad del universo indígena, los opuestos complementarios: Sol y Luna, Día y Noche, Vida y Muerte, Femenino, Masculino; la ostentación del cuerpo y las madres y diosas. Imponentes en piedra Citalicue y Tlazoltéotl; luego las embarazadas, y ese monumento único que ocupa toda una sala: la Venus de Tamtoc. Después, Coyolxauxqui y Mayahuel, Chalchiuhticlue y Xilonen, Itzpapálotl y hasta la Tonantzin Cihualcóatl y la Guadalupita del final. Solo el primer fin de semana de noviembre, este recinto cuya Ofrenda de Muertos convoca a multitudes cada año, recibió más de 15 mil visitantes.

El Museo Nacional Arqueológico abre su sala de “temporales” a El ámbito humano. Recibe la Diosa Madre Citlalicue, “Señora del cielo” o “Señora de la falda de estrellas”; a continuación, dos portaestandartes quitan el aliento: la Guerrera Águila y el Guerrero Jaguar, de Tehuacán. Vemos a Cihuateteo, diosa en la que se convierte toda mujer que muere al dar a luz. Honradas en piedra, arcilla o basalto, están las encargadas de los cuidados, del parto, la crianza y la lactancia, la agricultura, las ancianas, “guardianas del conocimiento”, y las niñas… Imponen gobernantas y guerreras como la “Señora con Yelmo de Jaguar”, de Monte Albán; la bella “Joven de Amajac” de la huasteca veracruzana y aquella otra con su rostro esculpido en un porta incensario palencano, o el glifo emblema de Yohl Ik’Nal, “Señora Corazón del sitio del Viento”, que gobernó Lakamhá (Palenque) y fue bisabuela de Pakal. La acompañan la “Señora Simiente” de Campeche, la ofrenda funeraria femenina de Dzibanché…

En el Instituto Cervantes toman una gran sala la mujer indígena de manos prodigiosas, la tejedora e hilandera de prendas rituales y la bordadora de relatos, memoria, mitos, cosmogonías o vestimentas de la vida diaria. Vi gente deslumbrada por los finos huipiles, enredos, tocados, lienzos, vasijas o figurillas aprendiendo de narrativa textil, tintes naturales, husos y malacates. Es la diversidad cultural en Historias tejidas.

Siete toneladas de equipaje arqueológico y etnográfico llegaron a Madrid con uno de los más ricos rostros de México. Todas ellas, desde Coatlicue y Tonantzin hasta la tejedora de hoy, se imponen con fuerza y dignidad. No necesitan demostrar algo: son.

adriana.neneka@gmail.com

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