Trump hace ruido, golpetea, necesita micrófonos y cámaras para demostrar su poder y de un día a otro cambiar al mundo a través del miedo. Junto con él, los grandes magnates de la tecnología: Musk, Bezos, Zuckerberg, Pichai y Cook representan el poder cínico, parecen decirnos que estamos en sus manos, que nosotros los pusimos ahí y seguimos dándoles más y más fuerza con nuestra atención, el nuevo valor de las economías. Pero siempre hay voces que disienten. ¿En dónde están?
Hace tiempo, el filósofo español José Luis Brea describió las fases por las que ha transitado Internet, desde los navegadores textuales y foros de discusión, primero; los sitios web colectivos, las listas de correo y los buscadores después, hasta los nuevos espacios de comunidad. Cada fase, decía, tiene sus momentos heroicos, de independencia y de subversión creativa, hasta que son colonizados por las grandes corporaciones de comunicación que acaban con la utopía de una democracia electrónica, propician la “basurización” de contenidos y la consecuente “desertización por ruido”. Y hoy 60 universidades en Alemania que deciden abandonar X (Twitter) por la orientación antidemocrática de Musk, le dan la razón. Junto con muchos otros usuarios.
En X y Spotify está el canadiense Marx Paris, autor del podcast Data vampires y del libro Camino hacia ningún lado, un crítico de Silicon Valley: “Es hora de una alianza para combatir la beligerancia de Estados Unidos y construir una visión diferente sobre la tecnología”. En Meta, (que integra Facebook, WhastApp e Instagram) de Zuckerberg, Mark Lemley, el abogado del enorme consorcio, renunció a su cargo al ver descender a su dueño “en la masculinidad tóxica y la locura neonazi”. Cabe recordar que Facebook es la red digital más popular en el mundo. De los 5 mil millones de usuarios de redes sociales en el globo, más de 3 mil millones utilizan esta plataforma que, hasta 2020, manejaba unos 10 millones de anunciantes activos al año. YouTube, que pertenece a Google, ocupa el segundo lugar con 2 mil 500 millones de usuarios.
La idea de Elon Musk, dueño de X, de Tesla y Space X, director de Eficiencia Gubernamental (DOGE), es que el gobierno actúe como un CEO de startups tecnológicas. Y los dueños de las plataformas, ya sin límites o regulaciones, apuntan al mayor desarrollo de la IA y han agudizado la manipulación de sus algoritmos para dar preferencia a contenidos y personajes conservadores.
¿Contrapesos? En el Congreso, Bernie Sanders propone luchar contra la nueva oligarquía de billonarios de la tecnología, Elizabeth Warren alza una voz de alerta sobre el peligro de los fondos y datos de millones de personas en manos de Musk, Alejandria Ocasio-Cortez orienta en las redes a la gente más vulnerable sobre qué hacer contra la parálisis que provoca la ola de medidas autoritarias del presidente de su país y convoca a una movilización masiva. Caroline Kennedy desenmascara a su primo Robert Kennedy Jr., ministro de Salud.
En Instagram, Laurie Anderson lee a la escritora Rebeca Solnit en voz alta: “Quieren que te sientas impotente y te rindas y les permitas pisotearlo todo. No te rendirás ni yo tampoco. El hecho de que no podamos salvarlo todo no significa que seamos incapaces de salvar algo y todo lo que podamos salvar vale la pena (…) Recuerda en esta ola de odio lo que es el amor (...) A muchos de nosotros nos atacarán directamente y vamos a resistir creando un santuario de solidaridad”.
Frente al modelo de extensión de la niebla, el reto es, como decía Brea, generar visibilidad y dispositivos de coalición.