México vive en estos momentos un duro invierno, consecuencia de las malas acciones de esta administración que está por terminar, con altos índices de inseguridad, sin servicios básicos de salud pública y cero bienestar para las familias mexicanas, pero eso sí, con una enorme corrupción, acompañada de cinismo y soberbia, y una empecinada obsesión por acabar con las instituciones.
Ante esta realidad, tenemos la responsabilidad de trabajar para que todas las personas que le dieron su voto a Acción Nacional el pasado proceso electoral, tengan la certeza que nuestro partido va a cambiar.
Solo los militantes, en un auténtico y franco acto de introspección y reflexión, pueden concretar ese anhelo de certeza de los millones de electores que confiaron en nosotros. Solo ellos van a definir si debemos cambiar. Serán ellos los que determinen si seguimos con el descrédito público o, como militantes, nos ponemos a trabajar por este país y recuperamos la decencia pública. Solo nosotros podemos provocar el cambio.
Por eso es que éste es un momento clave para nosotros, que requiere fuerza, visión y compromiso. Es un momento lleno de desafíos y oportunidades para crecer y renovar. Estamos llamados a sembrar las semillas de un nuevo comienzo, a cultivar la confianza de las y los ciudadanos, a trabajar en las calles, extender nuestras manos a las nuevas generaciones, blindar a nuestro partido contra la corrupción y convertirnos en el pilar resistente que este país necesita.
Nuestro deber es nutrir la cohesión entre nosotros, fortalecer nuestras relaciones internas, asegurar que cada voz en el PAN participe, opine y sea escuchada.
Hay que rescatar nuestras capacidades de acción política, pero también reconocer los errores que hemos cometido y aprender de ellos, para reestructurar nuestras bases y evitar el dolor evitable en los municipios. Valoremos nuestros logros y utilicemos las experiencias para volver a integrar gobiernos y legislaturas de excelencia.
Tenemos que regresar a nuestra vida democrática interna, desterrar las cuotas y estructuras que limitan la participación abierta, fomentar la formación de líderes humanistas que lleven nuestro mensaje con integridad y valentía.
Expandir nuestra presencia a lo largo y ancho de esta Nación, pero con congruencia y honestidad, principios que nunca debieron desaparecer del vocabulario y la acción partidista, porque podemos ser ejemplo de cero corrupción. Vayamos a recobrar nuestro legado. No olvidemos nuestro proyecto histórico. Acción Nacional es un árbol centenario que no solo sigue en pie, sino con la ayuda responsable de los militantes haremos que reverdezca su esencia humanista y democrática.
Por todo esto, necesitamos una dirigencia que actúe con imparcialidad, objetividad, pero con decisión democrática. Y esto, no se va a encontrar en la continuidad de los mismos que hoy controlan al partido. La reconstrucción de Acción Nacional no saldrá de las élites ni de las cúpulas ni de los clanes familiares, sino de la militancia y de los panistas que no tienen credencial.
Dejo para una profunda reflexión y acto de conciencia de cada militante, las palabras de uno de los fundadores del PAN en Ciudad Juárez: “De tanto perder, aprendieron a ganar, aprendieron también a predicar con el ejemplo, aprendieron a perdonar humillaciones y ofensas, aprendieron a cumplir con el deber de conciencia... Para muchos de ellos, el ciclo no termina aún, todavía les queda energía y tiempo para donar a la Patria, porque consideran que la obligación con ella no termina con la edad sino con la muerte”.
Son palabras que mueven el alma. Y debo reconocer que mientras yo entré en la primavera del PAN, muchos hombres y mujeres libres vivieron el duro invierno que solo fue soportable gracias al calor fraterno de su solidaridad y persistente búsqueda del bien común. A ellas y ellos los hermanaba el enorme deseo de aliviar el dolor ajeno, porque tenían una causa, un fin que los unía: hacer lo correcto por México.
Política y activista