El 2025 inicia sus actividades electorales no sólo con la renovación del Poder Judicial ya en puerta, sino también con el cambio de ayuntamientos en los estados de Veracruz y Durango, el primero gobernado por Morena y el segundo por la coalición PAN-PRI-PRD.
Son también las primeras elecciones locales con una nueva titular del Poder Ejecutivo Federal, que sin novedad alguna, ejecuta el mismo modelo de política electoral de su antecesor y mentor: el uso del aparato de los gobiernos, la entrega de apoyos económicos -vía programas sociales-, sin faltar la ya “tradicional” descalificación constante de los partidos opositores y la culpa permanente al pasado “neoliberal”.
Pero no es Claudia Sheinbaum la única que enfrentará los primeros procesos locales. Lo harán también Luisa María Alcalde, al frente de Morena, y Jorge Romero, a la cabeza de Acción Nacional, pero más allá de los resultados, será la conducción del proceso la que marque el tipo de liderazgo que prevalecerá, especialmente en el principal partido de oposición en nuestro país.
En Veracruz, nuestro partido enfrenta no sólo el aparato de gobierno federal y estatal, sino el descrédito que generó la decisión de los Yunes de sumarse, en el Senado, a Morena en la reforma judicial, cuando el voto popular que los llevó a ocupar su curul fue justamente un mandato contra la destrucción del Poder Judicial.
La familia Yunes gobierna Veracruz y encabeza el equipo que gobierna Boca del Río; por si fuera poco, mantiene algunas posiciones legislativas con sus afines en lo federal pero también en lo local. De ahí que la posición que asuma la dirigencia nacional, especialmente en esa zona, será crucial para identificar si de verdad se plantea una verdadera renovación o se cederá frente a la evidente intervención del clan Yunes al interior del PAN.
Ya se planteó que el método de selección será la designación, contrario, por supuesto, a la democracia interna prometida. Sin embargo, la justificación de la influencia yunista en el padrón podría ser entendible, como inentendible resulta que no se aplicara el criterio en el pasado reciente.
Por eso surgen las siguientes dudas: ¿qué perfiles serían benéficos para Acción Nacional en esa entidad? ¿Cuáles son las oportunidades de triunfo para la oposición frente al oficialismo?
En Durango las cosas tampoco son claras. El gobernador ha dado muestras de su afinidad con el oficialismo: los votos priístas en el congreso local respecto de las reformas constitucionales impulsadas por los morenistas marcan la tendencia, de tal manera que, en este caso, la disyuntiva, además de los perfiles, es respecto de la coalición con el tricolor.
¿Acción Nacional será capaz de emprender una batalla electoral sin coalición? ¿Será la coalición el pretexto para la designación de personajes que, bajo las siglas del PAN, participen sin ninguna afinidad ideológica o doctrinaria con el partido?
Es importante señalar que, previo a la coalición electoral de 2021, nuestro partido encabezaba las preferencias electorales y el PRI estaba prácticamente en la lona. La alianza invirtió los papeles y le permitió al tricolor posicionarse por encima de Acción Nacional.
La demanda constante de ciudadanos con afinidad panista fue cancelar las coaliciones electorales con un partido al que combatimos desde nuestro origen, por eso la importancia de estos procesos electorales en puerta.
¿Coaliciones y designaciones o apostar por nosotros mismos y la democracia?
Quizás en este momento, más allá de apostarle a triunfos inmediatos, el PAN esté en la antesala de empezar su reconstrucción, lo cual no necesariamente se puede dar con aparentes triunfos electorales, donde el verdadero enemigo camuflado de oposición se encuentre en casa trabajando para el oficialismo. La moneda está en el aire. Ya veremos.
Política y activista