La reforma judicial es “una felonía histórica y una atrocidad”, señalaba en septiembre de 2024 el expresidente Ernesto Zedillo, sobre lo que entonces empezaba a concretarse con las arbitrarias modificaciones al Poder Judicial. Invitado a participar en la Conferencia Anual de la Asociación Internacional de Abogados (IBA), señaló que las motivaciones de estos cambios en el régimen político de México apuntaban sólo al control político del grupo en el poder.

Luego, en noviembre de ese mismo año, publicó un artículo en un diario estadounidense, en el que manifestó que el nuevo gobierno encabezado por Claudia Sheinbaum impulsaba “una crisis constitucional”, con la desaparición de organismos autónomos.

Cinco meses después, la opinión pública se ha volcado en el debate sobre lo que el exmandatario dijera en un fragmento de una entrevista en la revista Nexos: “En México murió la democracia. Se está creando un estado policial”.

La respuesta del gobierno contra el expresidente no se ha hecho esperar; el ataque permanente de los voceros, funcionarios y hasta de la titular del Poder Ejecutivo es la ya lamentable costumbre en México, que intenta, por todos los medios, desacreditar a las voces críticas que advierten el peligroso camino de nuestro país ante la destrucción institucional, pero también ante la ineficiencia y mediocridad de los funcionarios cuatroteístas.

Ernesto Zedillo no es el único actor político que ha señalado la ruta antidemocrática de los gobiernos de Morena y tampoco será el último en hacer notar las deficiencias de la política pública que hoy nos tienen con los peores indicadores económicos y de seguridad en el mundo, pero es el blanco perfecto -por ser expresidente de México- para que este gobierno evada sus responsabilidades y evite dar respuesta a las miles de preguntas que los mexicanos tenemos sobre las diversas crisis que se viven especialmente en materia de seguridad, economía familiar y salud.

¡Vaya sí han sido evidentes en la actual administración, las crisis que dejó el antecesor de la presidenta! Tenemos un sistema de salud colapsado; una violencia generada por el avance territorial del crimen organizado que está fuera de control y por sus vínculos con muchos miembros prominentes de la cuarta, exhibidos a nivel internacional; un país endeudado, con los primeros pasos hacia una recesión económica, y una corrupción de la clase política de la “transformación”, que supera por mucho al pasado.

Por estas y otras muchas razones se tiene la imperiosa necesidad de desviar la atención y culpar al pasado de lo que en el presente, los morenistas han sido incapaces de resolver.

En la versión “científica” de “como anillo al dedo” de López Obrador, Claudia Sheinbaum apuntó sus balas a un nuevo personaje, Ernesto Zedillo, dado que el expresidente Felipe Calderón ya no es suficiente, toda vez que la realidad los rebasa a la velocidad de la luz y cuando así se requiera, se encontrarán otro factor de distracción.

Y en su narrativa se asoman las incongruencias de señalamientos que, como efecto boomerang, cercenan a la transformación: regresan a la estrategia de seguridad de las detenciones de criminales de alto impacto, a los decomisos de drogas y a los enfrentamientos con los cárteles, pero evitan hablar de la sociedad de la esposa de Manuel Bartlett con Genaro García Luna.

Hoy reviven el Fobaproa, pero no tocarán a algunos de los beneficiados de este instrumento, Arturo Zaldívar ni a Patricia Armendáriz ni a la empresaria heredera Altagracia Gómez.

Acusan a los gobiernos pasados de vínculos con el narcotráfico, pero no mencionan que intentan poner como ministro al hijo de un general sentenciado por el mismo motivo. Tampoco mencionan la intervención de un ex presidente de MORENA y hoy secretario de Estado, con el tráfico de combustible.

Señalan los desfalcos que prometieron combatir, pero evaden hablar del desvío de 15 mil millones de pesos de Segalmex o lo inédito de la deuda pública que, con López Obrador, aumentó en 6.5 billones de pesos: el triple de lo contratado por Vicente Fox, casi el doble de lo que tuvo Felipe Calderón y el 53% de Enrique Peña Nieto.

Así es que el problema no es Ernesto Zedillo o Felipe Calderón, no es Enrique Krauze o Héctor Aguilar Camín, tampoco lo es Loret de Mola o Luisito Comunica, el problema de verdad, al que se enfrentan los miembros de la transformación fue, es y será, la necia realidad.

Por eso no importa cuánto le disparen al mensajero. Lo que jamás podrán destruir es el mensaje.

Política y activista. @AdrianaDavilaF

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