La luz no es solo algo que nos deja ver en la noche. Es una señal de vida, de seguridad y de encuentro. Una calle bien iluminada invita a caminar, platicar y quedarse un rato más sin miedo. Cuando se hace bien, la luz transforma el miedo en confianza y los espacios grises en lugares vivos.

En Medellín, Colombia, lo entendieron muy bien. Allí, la iluminación no fue solo un tema de lámparas, sino una herramienta para recuperar barrios, dar seguridad y unir a la gente. El cambio se sintió no solo en las calles, también en el corazón de las comunidades.

En México también tenemos ejemplos. La calle Regina, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, pasó de ser un sitio oscuro y olvidado a convertirse en un corredor cultural y peatonal lleno de vida. El cambio fue total: piso nuevo, áreas verdes, bancas y, sobre todo, una iluminación pensada para que la gente se sintiera segura y quisiera volver. Hoy hay cafés, galerías, música en vivo y vecinos que volvieron a apropiarse del espacio. El comercio creció, la inseguridad bajó y la calle recuperó su lugar en la vida de la ciudad.

En Medellín hubo algo muy especial: se invitó a participar a personas que antes estaban al margen, como las viudas de la delincuencia. Ellas se involucraron en el cuidado y mantenimiento de los espacios iluminados. Eso les dio un trabajo, pero también un motivo para sentirse parte activa de su comunidad.

Cuando la luz llega de forma equitativa, todo cambia. Un barrio bien iluminado deja de estar aislado. Aparecen negocios, la gente se siente segura para salir y la delincuencia pierde terreno. Lo que pasó en Medellín y en Regina nos demuestra que iluminar con intención es abrir la puerta a nuevas oportunidades.

México tiene lo necesario para multiplicar este tipo de historias: ciudades llenas de talento, cultura y ganas de participar. Y aquí es donde los principios de LUCI nos marcan el camino para el futuro:

- Escuchar a la gente antes de diseñar, para que la luz responda a lo que realmente necesita cada comunidad.

- Cuidar la identidad de cada lugar, usando la luz para resaltar lo que nos hace únicos.

- Hacer que la ciudad sea segura y cómoda de noche, para que nadie sienta miedo al salir.

- Pensar en el medio ambiente, con tecnología que ahorre energía y respete el cielo nocturno.

- Llevar luz a todos por igual, sin importar el código postal.

Estos no son sueños lejanos, son metas posibles si decidimos que la iluminación sea parte de nuestra política social y urbana.

La luz no es solo un fenómeno físico. Es un lenguaje que une, protege y devuelve la esperanza. Y si la usamos con propósito, México puede brillar en todos los sentidos.

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