Desde que iba al kínder, Marti quería usar uniforme de niño: “Yo no era una niña, yo me reconocía como niño”, cuenta el chico de 11 años sentado en su cama. Ahora, en quinto de primaria, porta orgulloso su uniforme de varón: “Sentí alegría por sentirme cómodo”.
Martina es un nombre al que el chico no responde desde hace años; sin embargo, dice que aún hay personas en su entorno que se refieren a él como ella.
Algo que sigue inquietando a Marti es la gente que no respete su identidad: “Por el camino me podré encontrar con personas que me digan: ‘¡Ah no!, es que tú naciste como niña, debes ser niña’. Hasta hay personas que dicen [que] es una enfermedad”, señala el infante.
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Al momento no existen muchos datos con respecto a la cantidad de niños transgénero que hay en el país. Para Marti ha sido una experiencia solitaria: “No hay amigos que yo pudiera tener que sepan por lo que estoy pasando”, comenta.
A pesar de eso, Marti desde el primer momento fue apoyado por su familia y amigos. Existen muchos otros niños que aún no viven su identidad a plenitud. A ellos, Marti les dice: “No se preocupen que hay personas que sí los pueden apoyar, como, por ejemplo, sus amigos, sus papás… pero con las personas que te apoyen, aunque sea una o dos, es suficiente”.

